miércoles, 27 de febrero de 2008

Una clave para entender el espíritu que une a las abejas

Las abejas y los seres humanos tienen mucho en común. Ambos viven en grupos y se acurrucan junto a los otros cuando hace frío. Los dos saben también que el mantenerse limpio ayuda a prevenir las enfermedades. Ambos preparan comida para otros y abandonan el hogar para buscarla. Pero hay diferencias entre ellos, desde ya.

Las abejas miden nada más que 2,5 centímetros. Copulan mientras están volando y todos los inviernos, las hembras expulsan a los machos del lugar que comparten.

¿En qué medida sirven los genes para explicar nuestros dos caminos evolutivos distintos? Los biólogos cuentan hoy con mejores formas para responder esta pregunta.

La semana pasada, el Consorcio de Secuencia de Genoma de la Abeja Obrera, o doméstica, anunció haber terminado de copiar el mensaje genético de la "Apis mellifera", el agente polinizador más importante del mundo, fabricante del alimento dulce más conocido de la naturaleza y objeto de placer y fascinación a lo largo de los tiempos. La abeja es el tercer insecto del mundo al que se le logra transcribir su genoma de forma completa.

Este trabajo fue realizado por 150 personas, en cerca de veinte países y demandó tres años. La gran cantidad de información que se logró acumular permitirá delinear un cuadro de lo que significa ser insecto, así como de lo que significa ser abeja.

Los insectos son el grupo de animales más diverso de la Tierra, con cerca de 925 mil especies identificadas. La exploración genética permitirá eventualmente arrojar una luz mayor sobre la biología de la cooperación y el compañerismo, que tanto las abejas como los seres humanos descubrieron en los 600 millones de años pasados desde que compartieron por última vez un ancestro común.

"Podemos usar a este genoma para estudiar los genes involucrados en la evolución de la sociabilidad. Pero esto ocurrirá dentro de algún tiempo", indicó Hugh Robertson, entomólogo de la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign, Estados Unidos.

En un largo informe que publicaron en Nature y en otros más breves que difundieron en Science, Robertson y sus colegas describieron sus impresiones iniciales sobre el genoma de la abeja, que está lleno de sorpresas y de sospechas confirmadas.

La abeja cuenta con entre 10.000 y 15.000 genes distribuidos en 16 cromosomas, en comparación con los aproximadamente 24.000 genes y 24 cromosomas de los seres humanos. En comparación con los genomas de la mosca de la fruta y del mosquito, se puede inferir que las abejas evolucionaron con mayor lentitud. Curiosamente, algunos genes de la abeja —en especial, aquellos responsables de los "relojes internos" y ritmos circadianos— son más parecidos a los de los mamíferos que a los de las moscas.

Los datos más interesantes descubiertos revelan cuáles partes del genoma de la abeja se vieron enriquecidas, ignoradas o eliminadas por la fuerza evolutiva de la selección natural.

En comparación con otros insectos, las abejas tiene nada más que un tercio de sus genes involucrados en la tarea de reconocer y matar a sus enemigos microbianos. Toda una sorpresa para un organismo que pasa el 95 por ciento de su vida en un medio ambiente húmedo, atestado, apto para la proliferación de bacterias y parásitos. Las abejas son sumamente higiénicas y les interesa la prevención.

TRADUCCION: Silvia S. Simonetti

THE WASHINGTON POST
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