domingo, 28 de septiembre de 2008

Los amigos de las vacas ya pueden ir de compras

NUEVA YORK (The New York Times).- "Como menos carne que antes", cuenta Haddas Kantorowicz, que se presenta como una sanadora tántrica, y que días atrás pasó por Organic Avenue, un negocio vegano de ramos generales en Manhattan. "Hoy soy mucho más consciente que antes", sigue. Pero aunque aprecia las virtudes de una dieta libre de carne, no está tan dispuesta a abrazar el estilo de vida vegano, que le pediría olvidar una cartera de cuero de cocodrilo o un par de zapatos de cuero. "Y no estoy lista para usar productos derivados del cáñamo", confiesa.

Pero pronto podrían hacerla cambiar de opinión la multiplicación de las modas amigas de lo vegano y los negocios que prohíben en sus estantes los productos de origen animal. Si ella se decide a adoptar la tolerancia cero que mantienen los vegetarianos militantes, ella encarnará el tipo de consumidor al que apuntan muchos de los productores veganos.

Cadenas de alimentos como Whole Foods; boutiques como MooShoes, un espacio neoyorquino para billeteras, cinturones y carteras de imitación de cuero; negocios online como Pangea, y etiquetas con ecopensamiento como Moral Fiber, Real Fake, Novacas y Matt & Natt están animando a los consumidores, incluso a los que hasta ahora sólo siguen una dieta sin crueldad, a adoptar sus preceptos no sólo en la cocina, sino también en sus guardarropas. El vegan chic, que alguna vez fue visto como un oxímoron, es una nueva y brillante puerta para el marketing.

Los veganos, que podrían ser vistos como vegetarianos extremos, mantienen una dieta y estilo de vida en general que no daña los animales ni el ambiente, directamente o a través del proceso de géneros como cuero, lana o seda. Por motivos de conciencia o de salud, rechazan los zapatos y la ropa hechos de piel y cuero, incluso los que están hechos con pegamento y tinturas de origen animal.

"La gente está mucho más consciente de lo que se pone, por qué se lo ponen y cómo afecta el ambiente", explica Robert Burke, un consultor del negocio de la moda en Nueva York. E ignorar esas premisas "hoy no es nada sexy", dice.

Hace seis meses, Denise Mari abrió Organic Avenue, en el Lower East Side. "En un momento, ser vegano significaba enfocarse en lo que había que abandonar -cuenta-. Ahora, estamos dando un paso más allá del mundando lo-que-se-necesita-para-sobrevivir y concentrándonos, en lugar de eso, en cómo hacer con esto una forma de vida divertida que pueda atraer al resto de la gente." A Mari le gustaría que la gente dijera: "¡Guau! ¡Qué elegante es esto! Lo quiero por su estilo".

En su negocio, Mari vende remeras sin mangas y vestidos camiseros de fibra de cáñamo y de bambú, y hasta trajes de hombre hechos de seda de ahimsa, una fibra procesada sin dañar a los gusanos de seda (y cuestan 700 dólares).

Millones de verdes

Por supuesto, Mari y otros comerciantes son beneficiarios de un crecimiento en la población vegetariana. El año último había 4.800.000 vegetarianos en Estados Unidos, de los que entre la mitad y un tercio eran veganos, de acuerdo con cifras del Vegetarian Resource Group, una organización educativa sin fines de lucro. En 1997, el número bajaba a la mitad.

Pero por estos días los vendedores y los diseñadores están animando también a un cliente potencial identificado el año último por la consultora Mintel International como "vegetariano ocasional". Compran artículos veganos selectivamente, pero -según Mintel- "su poder de compra es supremo".

Esta población consciente de lo saludable y ecológico ha contribuido visiblemente al crecimiento de un mercado vegetariano que hoy mueve 1.2 mil millones. En su mayoría, se trata de tofu y de sustitutos de leche, de queso y de carnes rojas y blancas. Indica Mintel que el mercado creció un 63,5 por ciento entre 2000 y 2005.

Sólo una docena de años atrás, los que buscaban mercadería amiga de las vacas tenían que comprar zapatos en Payless (veganos en virtud de sus materiales sintéticos), o conseguir botas de goma o de lona, billeteras o mochilas que se vendían en el website de Vegan Essentials, uno entre un puñado de negocios online. Ahora, incluso unos pocas tiendas masivas están incorporando en sus líneas productos veganos con diseño. Las zapatillas Vans promocionan su modelo skater Geoff Rowley, hecho de goma y nobuk sintético. Y Rampage, una marca masiva, está publicitando su línea sin crueldad, de imitación de cuero.

En Nueva York hay una estampida de boutiques con conciencia ecológica que venden productos que pasarían el examen incluso ante el vegetariano más estricto. Kaight, un local que está hace 5 meses en el Lower East Side, ofrece vestidos hechos a mano de cashmere reciclado, jeans de denim orgánico, y vestidos hechos de Lyocell, una fibra de lana biodegradable (cuestan 275 dólares). NY Artificial, en el Meatpacking District, vende carteras hechas de a una en gamuza y cuero sintéticos (desde 275 dólares), y cintos tan anchos como corsets hechos de vegetal, una lona cubierta con savia de árbol.

"Hay un mercado para estos diseños -asegura Alex Guzman, un consumidor-. La gente quiere hacer algo para proteger los derechos ambientales tanto para animales como para humanos. Pero no quieren llevar una lona a cuestas."

En el nivel de más lujo, se sabe, ahí está la diseñadora Stella McCartney, que desde hace mucho tiempo es una activista por los derechos de los animales, y ofrece lona, lino y zapatos y carteras en imitación de cuero, los que, a pesar de costar más de 800 dólares, tienen sus seguidores.

Ruth La Ferla

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Las chicas supermusculosas

“Hay 25 millones de mujeres en el mundo familiarizadas con las pesas, de las cuales unas 3 millones lo practican en alto rendimiento, 250 mil suben a un escenario y 250 son las top del mundo; ésas son las cifras de las mujeres que fabrican músculos, y van en aumento”, cuenta Cristina Musumeci, presidenta de la Federación Argentina de Musculación, entidad que nuclea a hombres y a mujeres que llevan sus músculos como arte. Con palabras justas, cuidadas, siempre con un ritmo e ideas precisos, esta mujer de 48 años, con más de 24 dedicados al entrenamiento de su cuerpo, también se ha licenciado en Teología y actualmente realiza estudios de Salud Sexual. Desde 1983 hasta el 2002 hizo exhibiciones y fue varias veces campeona argentina, sudamericana e iberoamericana, además de obtener un cuarto puesto a nivel mundial en categoría individual y tercero en pareja. Actualmente no quiere mezclar su actividad dirigente, y como referencia nacional es jueza de jueces, examina fallos que pueden ser polémicos, cuando algunos atletas aún en actividad juzgan a colegas que pueden ser sus propios competidores. También entrena a competidoras para ocupar el lugar de jueces. Y hay mucho que mirar como juez en los torneos, ya que “a veces no gana el mejor sino el que sabe engañar a los jueces, porque somos ilusionistas del cuerpo; todos tenemos defectos y podés taparlos: si visto de frente sos cuadrado, hay formas de perfilarte o de hundir el estómago para que desde los siete metros donde está el juez se te vea con cintura chica y hombros amplios, mostrando una figura triangular que no tenés”. Seductora, con su cuerpo trabajadísimo y realmente triangular, Cristina confiesa que como jueza les explica a las chicas cómo tienen que actuar, pero como entrenadora les enseña “el ilusionismo de tapar el defecto y marcar la virtud”. Claro que, en la vida, lo que le parece sano es entregarse afectivamente para poder mostrar los defectos, actitud que sabiamente debe dejar de lado en su actividad de dirigencia. “Soy una mujer que represento una Federación donde la mayoría son hombres, machistas latinoamericanos; así que tenés que poner en juego y sobresaltar tu poderío y ocultar debilidades.”

FUERZA SEXY Una de las chicas que entrena Cristina y a quien ahora también forma como futura jueza es Soledad Fernández, campeona argentina de Culturismo a los 24 años, además de ganadora de numerosos torneos chicos que la fueron formando en la seguridad con que se para en los escenarios y muestra a quien quiera verlas la verdad de sus virtudes. Tan vistosa en su musculación como coqueta en los detalles de maquillaje y ropas que elige, Soledad empezó a los 16 años a trabajar su cuerpo, luego de años de patinaje artístico. “Entré un día al gimnasio. Como toda chica, quería levantar un poco la cola y terminé levantando todo, hasta la copa”, se ríe con ganas y con orgullo de una vida que comenzó a perfilarse cuando la dueña del gimnasio, culturista, le dijo que ella también podía quedar como las mujeres que veía en las revistas especializadas que matizan la espera o el entrenamiento inicial, cuando la cabeza necesita distraerse mientras el cuerpo trabaja. Ahora que compite profesionalmente y que disfruta de esta vida, nunca pierde la concentración, ni en el gimnasio ni cada día, donde cuida en cada detalle una dieta estrictísima en la que, por suerte, también la acompaña su novio, hombre de músculos desarrollados, pero sin historia ni deseos de competir ni ser culturista. “Ahora vivimos juntos, pero vamos al gimnasio en diferentes horarios, hacemos distintos entrenamientos, yo necesito más concentración, porque esto va en serio, te lleva siete meses entrenarte bien para un gran torneo y no me puedo descuidar”, cuenta Soledad y dice que se sabe amada y admirada por su pareja, que la tiene en un altar, como un trofeo personal. También se considera sensual y fuente de deseo masculino: “Hay hombres que te ven bárbara, porque aparte de ser una chica fuerte sos sexy. Pienso que al hombre le gusta la mujer que se cuida, que hace una dieta. Y si la que tienen en casa no hace nada, ahí la comparación salta a la vista”. Busca una imagen cotidiana y dice que apenas entra con su novio a un restaurante es foco obvio de todas las miradas: “Aunque esté vestida como cualquier chica menudita, siempre te sentís observada, porque la sociedad no está muy acostumbrada, hay pocas chicas que hacen esto”.

AMADO HULK Una de las que sí hacen esto es Alejandra Rosa, que –apenas pasados los cuarenta y con un hijo de 15 años que la admira y alienta– es campeona argentina en la categoría Body Fitness, donde el desarrollo muscular es menos marcado que en el culturismo. Es profesora de Educación Física, trabajó en Potencia, otra disciplina de musculación, tuvo una pareja culturista a quien acompañó en torneos, pero llegó a entrenarse con Cristina buscando un entrenamiento fuerte, a nivel competitivo, aunque sin pensar entonces que competiría. Sólo buscaba la vida disciplinada y metódica asociada a la alta competencia. “Vivía afuera, llegué a la Argentina y quise hacer algo muy fuerte para sobreponerme a un tema personal, quería hacer algo que implicara una continuidad, una conducta, ordenar mi dieta y entrenar duro.” Pero la causalidad hizo que una atleta peruana que se preparaba con Musumeci para un Mundial la convidara a practicar poses culturistas junto a ella y ahí el placer fue grande, sintió que algo dentro se le acomodaba, como si se juntara con una vieja amiga que había dejado hacía mucho. “Era algo que tenía dormido, que gracias a Dios se despertó, me hizo mucho bien y todo superó totalmente mis expectativas, porque antes que tapar un agujero emocional lo que pasó fue encontrarme.” En un entrenamiento meteórico, Alejandra consiguió ser campeona casi sin pasos previos en escenarios que le dieran experiencia para afrontar las miradas expertas. Salió y ganó, alentada por su hijo rugbier que gritaba como si se tratara de un partido de fútbol. Esa es la imagen que le viene, junto al apoyo de mucha gente que la acompañó en un sueño de musculación que venía desde niña. “Cuando tenía diez años le veía las patas a Nora Vega, una patinadora marplatense, y quería tenerlas así; también me encantaban las piernas de los futbolistas, iba en colectivo y miraba los músculos de la gente”, relata con ternura y le viene un recuerdo que cuenta con una sonrisa enorme: “Volvía corriendo del colegio para ver El increíble Hulk y no sabés lo triste que me ponía cuando se volvía chiquitito”. La risa es de todos ahora, que logramos compartir la sensación de la nena que adoraba a las personas musculosas, mucho antes de conocer la palabra culturismo, en una familia que no la estimuló nunca en el aspecto deportivo: eso fue algo que vino con ella, que siente que plasmó “de grande algo que soñaba de chica”. Ese reencuentro dice que le dio mucha paz cuando subió al torneo, segura del entrenamiento que había hecho y del equipo que la llevó al triunfo. “Este campeonato que gané, sentí que fue una caricia de Dios, porque venía de un problema y el culturismo me amplió la vida, potenció más algunas cosas, porque siempre fui voluntariosa y en este deporte tenés que probar mucho tu fuerza de voluntad, tu conducta, tu forma de vida.”

COQUETERIAS En la preparación voluntariosa para las competencias, Soledad siempre está atentísima a su estética: “No me subo así nomás. Llego al torneo con una maquilladora; si invierto mucho durante el año, cómo no voy a hacerlo en el mejor momento, si ahí ponés todo; porque el tren pasa una sola vez y después chau”. El entrenamiento es fuerte y pide entrega. “Tenemos que desconectarnos de muchas cosas para llegar, la dieta es muy dura, pasamos hambre, hay que dejar de salir, no vemos tanto a nuestras amistades, dejás a tu novio”, detalla la mujer que dice sentirse tan madura en algunos aspectos como niña en otros, pero siempre metódica, dedicada a lo que quiere lograr, segura de sí misma y de su sexualidad: “Arriba del escenario pongo todo, pero a pesar del lomo que puedo llegar a tener, no me olvido de que nací mujer, quiero ser fuerte pero sexy; no hace falta ser lesbiana para ser culturista, porque además una lesbiana no tiende a arreglarse tanto y eso es un detalle importante; porque así como querés tener un cuerpo maravilloso para mostrarlo al mundo, tenés que cuidar la belleza, porque la mujer culturista no es un macho, los que dicen eso habrán tenido la mala suerte de ver una culturista medio machona y se quedaron con esa imagen”.

Cristina cuenta que alrededor de los veinte años, o un poco más, entrenaba en un gimnasio cuando vio entrar a dos adolescentes que comenzaron a observarla, hablando de ella como si ella no los escuchara: “Uno le decía al otro: ‘Mirá esa mina... qué asco’. Y el otro le decía: ‘Mirá cuánto músculo’. Iban observando lo que me pasaba con el ejercicio y de golpe dicen: ‘Che, pero no es tan fea’. ‘Bueno, es verdad, mirándola bien es linda.’ ‘Y la verdad, ¿vos no le darías?’ ‘Y sí, qué fuerte que está...’ La charla duró lo que el ejercicio, por lo que en unos minutos, donde lo primero que vieron les impactó, pero pronto se dieron cuenta de que ese aspecto masculino puesto en una mujer no era tan desagradable; vieron que mi feminidad no quedaba de lado”.

“Siempre fui una persona que le importó poco el qué dirán y desafiaba esas miradas, y cuando sos desafiante pero con cariño la persona va cambiando la opinión”, asegura Musumeci, y Alejandra Rosa comenta con afecto que tanto a su hijo adolescente como a sus amigos les fascina su desarrollo corporal: “Le dicen a mi hijo que les gustaría tener mis brazos, y eso que son bastante finos. Es que ven cómo trabajo, hago dietas, ven lo sano que hay”.

Propensa a la salud que hay en la unión de los opuestos, Cristina comenta los cambios que percibe en los géneros en esta época. “Antes la mujer no podía tener rasgos masculinos, ni el hombre femeninos, llámese afecto o fuerza; pero hoy nos damos cuenta de que ambos tenemos los dos aspectos y debemos desarrollarlos, si bien nos inclinamos más hacia el lado donde nos lleva nuestra genética y como nací mujer desarrollo más mis aspectos femeninos, bien feliz de hacerlo, aunque sé que pinceladas de lo masculino quedan y te hacen bien, te da más seguridad”, precisa la entrenadora y completa la descripción: “Cuando el hombre muy masculino, fuerte, logra desarrollar aspectos femeninos relacionados con la contención, con lo afectivo, con poder largar un lagrimón sin ningún tapujo, eso le hace bien y no deja de ser hombre; lo mismo que una mujer, que no deja de ser mujer porque levanta peso”.

OBRA DE ARTE Un culturista busca una perfección corporal que se establece según tres parámetros que deben ser armónicos en su proporción. La línea (la forma de reloj de arena, con la cintura chica, los hombros amplios y las piernas con buenos vasos), el volumen muscular (músculos bien desarrollados en relación armónica entre sí) y la marcación (que se den las divisiones musculares sin perder la forma general) son los detalles que llevan no sólo a ganar torneos sino que son el norte para todo culturista que considere que su cuerpo es su arte y su trabajo una disciplina artística. “Lo bueno y lo peligroso es que llevás la obra de arte a todas partes, mientras otros artistas la dejan en su estudio”, dice Musumeci, y confiesa que muchas veces usan ropas amplias para salir, para no andar mostrando “la obra” todo el tiempo: “No tengo ganas de exponerme continuamente, porque no tenés la obra siempre igual, a veces no está el cuerpo marcado como uno quiere y otras tenés que restaurarlo, porque es un templo que guarda tu alma”. El culturismo, para ella, le ha servido para conocerse más en totalidad, estando atenta a la corporalidad de una manera extrema: “No es que agarrás una pesa, bombeás un poco el músculo y ya te sale. Tenés que hacer ensayo y error continuamente. Me llevó 24 años locos, entrenando hasta los domingos, con paciencia, disciplina y saber cuándo tenía que descansar, porque no es sólo meter para adelante el acelerador, tenés que hacer esto con los tiempos de tu cuerpo, que son únicos, en una actividad inmanente, que nos pasa por adentro, se infla el músculo, la cabeza, el cerebro y todo tu ser, porque aprendés a hablar con tu cuerpo, que no es cosa fácil. Si hasta mucha gente se enferma por no haber podido hablar con su cuerpo”. Dice que el culturismo ayuda a poner la lupa sobre temas esenciales del hombre, como el darse cuenta realmente de nuestra corporalidad: “Una vez hablando con una persona budista me decía que teníamos cuerpo, y yo le contestaba que somos el cuerpo, por eso es que a través del culturismo estoy creciendo; y recreando mi cuerpo, recreo el espíritu”. Alejandra, hipnotizada por las palabras de su maestra, dice concisa que ser culturista la llena de felicidad, palabra que resuena en los oídos de Soledad, que simplemente define su disciplina: “Es felicidad, fuerza, unidad. Si tenés algún problema, vas al gimnasio y se corta”.

EROTISMO TRANSFORMADOR “Yo siento que la belleza forma parte del erotismo, y promover un cuerpo trabajado, saludable, corresponde a lo bello. Además tenés un abdomen fuerte, lo que desde el punto de vista de la salud sexual es un aporte del culturismo”, detalla Alejandra Rosa con minuciosidad científica que contrasta con la gracia natural de Soledad contando historias de pareja entrenada: “Imaginate lo que fue para mi novio encontrar una mujer que hace fierros a la par de él, que incluso lo superó. Las culturistas somos mujeres distintas; no le pido que me compre una pollerita o una caja de bombones, mejor que me traiga pollo, que necesitamos comer siempre, con eso me comprás”. Entre risas y regresos a la ciencia, Cristina aporta su saber: “El erotismo de la mujer culturista está cambiando un montón de aspectos; es más fuerte, menos prejuiciosa, con menos tabúes, si ya se atreve a levantar tantos kilos; además vuelan mil fantasías, porque si bien el hombre siempre domina en la relación sexual, de golpe y porrazo tiene la suerte y la bendición de sentirse dominado, porque da muchas más posibilidades de juego que tener un solo rol, eso nos enriquece”. En esa ampliación, para la dirigente y teóloga se están dando cambios fundamentales en los roles masculinos y femeninos. “Creo que la mujer culturista es un signo de los tiempos, indica que la mujer está desarrollando la fuerza, indica una mujer autónoma, que puede estar sola sin necesidad de ser dependiente del hombre; todos cambios que se plasman de una manera simbólica en la mujer musculada, un ser femenino que exacerba rasgos que siempre se consideraron masculinos, pero que en realidad no tienen por qué serlo”, dice segura de que el culturismo llegó para poner fisuras en la cultura: “Es un desafío que se hace sin querer. No considero que la musculatura, e incluso la exagerada, sea patrimonio del varón; si sos mujer y te gusta, adelante, poner esos límites es como decir que si sos un hombre que levanta fierros no puede ser delicado, suave, respetuoso y hasta vulnerable emocionalmente; qué tiene que ver si después se mete en una barra y levanta 200 kilos”. Piensa un poco y sin detener su entusiasmo dice: “Estamos jugando por primera vez con el aspecto claroscuro que es el ser humano, con el yin y el yang, con el anima y el animus, nombrándolos según la filosofía que quieras tomar para decir que nos estamos dejando de embromar con estas cuestiones, hay que ser más flexibles y darse cuenta de que está surgiendo un nuevo ser humano que va a mejorar el mundo, que tuvo hasta ahora una estructura muy verticalista que no nos dio resultados. De hecho, las dos grandes verticales, las Torres Gemelas, fueron a parar a los caños; ahora queremos más horizontalidad y estamos mezclando lo femenino y lo masculino, lo que mueve muchas estanterías”.

DIEGO OSCAR RAMOS

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La vida de policía se aprende en el cuerpo

Yo recibí 267 soretitos y voy a entregar a la sociedad 267 agentes de policía. Olvídense (de) todos los soretitos verdes(alude al Ejército), los marrones (Gendarmería), acá son policías, y todo lo que hayan aprendido hasta ahora me importa tres carajos.” Un aspirante a policía recordaba con esta exactitud las palabras que había pronunciado ante la formación de novatos, en el playón de entrenamiento, el jefe de instructores de una de las escuelas de la Federal. La frase fue registrada por la antropóloga Mariana Sirimarco, que recorrió por ocho años las escuelas policiales federales y bonaerenses para su tesis de licenciatura. “El trabajo es un intento por abordar cómo esos ingresantes, que no son policías, llegan a serlo. Se trata de entender el proceso de construcción del sujeto policial tal como es desarrollado en las escuelas de ingreso a la carrera policial”, explica. Su hipótesis es que “si se acuerda que policía y sociedad civil son términos construidos como irreconciliables, se entenderá que el sujeto policial, en esas etapas iniciales de la formación, sólo puede ser construido destruyendo, en los ingresantes, cualquier sustrato de civilidad”.

Sirimarco sostiene que el proceso que viven los cadetes apunta a “dejar ‘la vida civil, esa vida de mierda’, para hacer ‘vida de policía’”. El trabajo fue realizado antes del escándalo por los 22 aspirantes de la Escuela de Cadetes de la Policía Federal que fueron hospitalizados luego de un “baile” salvaje en la instrucción de segundo año. Pero los datos reunidos hacen presumir que los métodos siguen siendo similares y que se fundamentan en que “los policías tienen que ser duros, viriles, mientras que los que vienen de la sociedad civil son débiles o directamente maricones”.

“Un liceísta rememoraba cierta vez en que los instructores los sacaron al patio durante la noche. Los levantaron y en pijama fueron a ‘milonguear’ al patio. Era invierno. Descalzos, en pijama, a ‘milonguear’ a un playón que estaba frente a la compañía. Como los instructores no querían hablar, entonces usaban un silbato. Un solo silbato era ‘carrera march’. Dos era (cuerpo a) ‘tierra’. La ‘milonga’ duró sus buenos 45 minutos”. La antropóloga e investigadora del Conicet consideró que esas prácticas “aunque no cotidianas, son sí habituales en los contextos de formación”. Los castigos mediante el esfuerzo físico son llamados “bailes” en la Federal y “milongas” en la Bonaerense.

Sirimarco pudo determinar que algunos policías se quejaban de esa “rutina física extenuante” que consiste en “correr, saltar, agacharse, tirarse al suelo, arrastrarse y volver a correr”. Sin embargo, otros ex cadetes, hoy policías, siempre están “prestos a defender esas prácticas”. En la tesis, titulada “Milongas: pedagogía del sufrimiento. Construcción del cuerpo legítimo en el contexto de socialización policial”, se cita a una comisaria de la Bonaerense que “gustaba repetir que ‘una escuela sin milonga no es una escuela’”.

Esa jefa explicaba que “una escuela que no tenga milonga no me gusta porque (el cadete que sale de allí) es el que después me viene mal vestido, indolente, no se para, no saluda”. En este punto, la antropóloga señala que “una íntima imbricación, como se desprende de estas palabras, se anuda entre milonga y obediencia”. El “baile”, en suma, “resulta un dispositivo sumamente eficaz para apuntar hacia la docilidad de los cuerpos, hacia la construcción de ese sujeto policial inclinado a la obediencia. Adiestrarlos es disciplinarlos, es potenciar su sumisión, ya que como bien señala Foucault, es ‘dócil un cuerpo que puede ser sometido’”.

Sirimarco aclara, no obstante, que “las milongas no sólo imparten nociones de disciplina en tanto docilidad” sino que “entrañan también modalidades de actuación de la disciplina en tanto castigo. Toda infracción o incapacidad cae bajo la égida de lo punible, y la punición, en la mayoría de los casos, se desenvuelve en el terreno corporal”. En ese marco “la milonga actúa como sanción normalizadora, entendida ésta como una sanción que afecta no sólo a los que se desviaron de una norma institucional, sino también a los que se desviaron de una norma –tácita– de lo que se entiende que debe ser el ‘buen desempeño’”. En la tesis se dice que “esta punición anclada en los bailes y milongas puede ser entendida como un mero castigo” o también como “una simple corrección o hasta un modo de vida”.

En todos los casos, “el error, antes que ser subsanado por una explicación o una demostración, es ‘corregido’ en el cuerpo”. En la Escuela Juan Vucetich de la Bonaerense, mientras hacían “milonguear” a los cadetes, algunos instructores repetían que “lo que no entra por la cabeza, entra por los pies”. El cuerpo, entonces, pasa a ser “el soporte de internalización de la norma”. Y del mismo modo en que “las pruebas y humillaciones corporales efectivizan una ruptura con el pasado” civil, implican al mismo tiempo “la normalización de un nuevo sujeto, estructurado en torno a un nuevo saber y una nueva hexis corporal”.

Para hacer entrar las enseñanzas “por los pies”, los instructores maltratan al aspirante: “‘¡Corra, tagarna, corra!’ Tagarna, malandra, lacra, bípedo, constituyen los apelativos con que cadetes y liceístas aprendieron a identificarse”. Esos apelativos “no son sino rastros de un discurso donde lo que se busca es doblegar al otro, y donde esa denigración verbal se continúa en el plano material, o viceversa”. En este punto, Sirimarco cita el testimonio de un ex cadete: “Algunos eran bastante perversos, porque nos llevaban a un descampado lleno de cardos. Y cardos grossos, ¿no? Nos decían ‘tierra’ y teníamos que tirarnos de pecho sobre el pasto. Y si había cardos tenías que tirarte. Todos los pinchos clavados en las manos, los codos, las rodillas. Te la tenés que bancar”.

Sirimarco recuerda que “las denigraciones y el padecimiento” han sido considerados por diferentes autores “como elemento característico de los procesos de iniciación”. En ese marco, el “baile” entre los cardos es “una experiencia sensorial directa del dolor”. En el proceso de “educación” de los cadetes “el malestar y el padecimiento son las metodologías puestas en práctica” con un objetivo que “se esconde en las palabras con que un cabo de la Federal inauguraba el inicio de la instrucción: ‘Acá se abrió la puerta de la jaula, ustedes entraron, nadie los llamó; así que al que le guste, bien, se la tienen que aguantar’”.

La investigadora afirma que “se trata, mayormente, de aguantar, de que el cuerpo aprenda a aceptar, poco a poco, esas intervenciones dolorosas y sea, en suma, instruido y reorganizado en torno al ‘principio del dolor’”, en el sentido que le daba Klaus Theweleit en su obra Male Fantasies. Male Bodies, Psychoanalyzing the White Terror. Mediante la “pedagogía del sufrimiento, los cuerpos son desgastados, demarcados y re-encauzados, por medio del dolor y la violencia, en una nueva matriz de actuación”.

Un ex cadete recordaba otra forma de castigo, “El viaje al polo”. “Si tenías cuatro pares de medias, tenías que ponerte los cuatro pares. Los borcegos, el pijama y arriba el pantalón. Camisa, camiseta, el pullover, la bibalina, el capote. Y una manta arriba. Y te hacían milonguear. Con todo eso puesto. Y estabas una hora. Y con eso correr, tierra, carrera march, con la manta puesta, con todo puesto. Llegaba un momento que no dabas más”. De esa forma, sostiene Sirimarco, “el cuerpo lábil de la civilidad debe ser templado mediante el dolor para poder emerger como el duro cuerpo policial”, siempre asociado “a lo recio y lo ‘duro’”. La autora resalta que “la valoración de estos rasgos de comportamiento remite no tanto al quehacer policial real, como a la labor policial institucionalmente idealizada, concebida en términos de peligrosos enfrentamientos y de manejo de personas (no necesariamente delincuentes) también turbias y peligrosas”. Para Sirimarco, “los ‘bailes’ o ‘el viaje al polo’, entendidos pedagógicamente, brindan las pautas necesarias para re-ordenar ese frágil cuerpo civil en un cuerpo legítimo para la mirada institucional”.

Sirimarco, que también es docente de la carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA e integra su equipo de Antropología Política y Jurídica, asegura que el hecho de que “el sujeto policial deba ser forjado a partir del sufrimiento habla a las claras del discurso institucional que se alienta no sólo sobre lo que debe ser el cuerpo policial, sino sobre lo que debe ser, también, su labor. Un cuerpo y una labor asociados a lo resistente, tanto como al ejercicio de la violencia y del poder con que se templan los cuerpos y las actitudes”. Concluye diciendo que “así, a través de estos dispositivos corporales anclados en las milongas, lo que se logra es construir una clave de lectura de los cuerpos en torno a un cierto registro de sufrimiento y rudeza. La instancia de sufrimiento se vuelve así un insumo institucionalmente legítimo para re-escribir la corporalidad”.

Fuerza de elite

Aunque no fue el objetivo de su investigación, la antropóloga Mariana Sirimarco hace mención en su tesis a un entrenamiento todavía más duro: el que deben afrontar los miembros de los cuerpos de élite. Esos grupos “capacitados para actuar en situaciones de crisis complejas requieren del personal que desee pertenecer a ellos un entrenamiento tan particular como riguroso” que incluye “crudas metodologías, desde ser sometidos a gas lacrimógeno hasta ser baleados con perdigones”. Un agente de la Policía Federal que conversó con ella reconoció sin tapujos: “Te torturan, pero es un entrenamiento”. Sirimarco dice que eso sucede en la instrucción que reciben los integrantes del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF), de la Policía Federal, o del Grupo Halcón, que pertenece a la Policía Bonaerense. “Esos casos condensan, como pocos, esa visión idealizada de la labor policial y eso hace que se magnifique a tal extremo el papel del sufrimiento físico como instancia de formación, algo que seguramente no es fortuito”. Lo que se busca forjar es “el cuerpo necesario para la labor policial, donde el dolor es el umbral que hay que traspasar para adquirir la resistencia y la dureza que requiere la función”.

Carlos Rodríguez

Lo que cuentan los cadetes

El trato recibido por los cadetes en los años durante los cuales se realizó la investigación quedó reflejado en los diálogos con algunos de ellos. En esas charlas se advierte, también, el cambio en el carácter y en la visión del mundo y de la violencia.

- “Cuando vos tenés que pegar, no podés llevar escudo y bastón, te los tenés que sacar (...) Tenés que ir empujando, no pegando (...) Lo que pasa es que no lo dejás marcado, ni nada por el estilo (...) No es que vos vas y le pegás para hacerlo mierda, le pegás un golpecito (...) No es pegar. No es pegar para hacer daño, es para que retroceda. ‘Retrocedé, retrocedé’ (el aspirante hace el gesto de pegar una patada). Sí (admite que pegan patadas), pero no es para hacer daño (...) Es para reducir a una persona por medio de una psicología, digamos, diciendo: ‘Te voy a hacer mierda’.”

- “Cuando pasás corriendo al lado de un oficial o un suboficial no lo podés tocar. Tenés que pasar a una distancia de un metro, un metro y medio. Es el protocolo militar (se ríe). Una vez, dos aspirantes, mujeres, lo tocaron al instructor. Una mujer ni siquiera es aspirante (para los jefes), es ‘femenino’. A las dos que tocaron al jefe, las hicieron bailar. Y después (bailaron) a todas las mujeres. Y después, a nosotros.”

- “Cuando subo a un colectivo, lo primero que hago, por costumbre, o sea porque te lo van metiendo en la cabeza, es mirar. Subís y lo primero que hacés es mirar. Estás poniendo las monedas, como cualquier otro, pero estás mirando quién carajo está dentro del bondi. Que no haya, qué sé yo, que no esté pasando nada. Estás como en una psicosis, como decís vos. Te sentás. ¿Dónde? Atrás, porque querés mirar lo que pasa. Si voy con un amigo o con mi mujer, me dicen: ‘Che, boludo, ¿por qué mirás tanto?’.”

- “Yo tuve la etapa de nene, cuando se quiere ser policía, bombero o doctor. Después me hice rebelde, revolucionario, el Che Guevara, quería romper todo. Después, cuando pasás todo el pelotudeo, te acordás de nuevo que querías ser policía. Y después pensás que no, porque los amigos del barrio, la gente, se va a acordar que rompías vidrios, que les pegabas pelotazos a las viejas. ¿Y ahora quiere ser policía? Yo pude entrar a los 19 y entré a los 25. Cuando me decidí, te puedo decir que es como ir a decirles a tus amigos que te hiciste puto.”

- “Vos cuando sacás el arma es para matar, es la instrucción que te dan. Cuando mostrás el arma, tenés que estar dispuesto (...) Tenés que estar dispuesto a matar porque el delincuente, cuando le mostrás el arma, piensa que lo vas a matar y te va a reventar. ¿Entendés? Lo dejás herido, el delincuente te va a seguir disparando. Le pegás en una pierna, el delincuente tiene la mano para seguir disparando. Si un tipo se cae, se levanta (...) Vas a seguir disparando, no importa que tengás una bala acá (...) Vas a seguir disparando.”


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“Su máxima rostridad”

En un laboratorio dramático en Costa Rica, en 1991, un actor se levantó a multiplicar: ató a ambos extremos de unas telas que utilizaba como cuerdas a sus “padres”.

Sus “padres” quedaban a cinco metros de distancia a su derecha y a su izquierda respectivamente. El manejaba “las cuerdas”. Los padres permanecían atados por el cuello a las cuerdas. Comenzó a “tirar de las cuerdas” muy lentamente de cada lado. De modo que el “padre” y la “madre” eran atraídos hacia su cuerpo cada vez que él tiraba de las cuerdas. La lentitud era asombrosa. Los padres eran traídos muy despaciosamente hacia el cuerpo del “hijo”. Es probable que la multiplicación haya durado diez minutos. En tiempo cronológico. El tiempo de duración era imposible de evaluar. Los “cuerpos de los padres” finalmente quedaban próximos al cuerpo del hijo. Fue la multiplicación más violenta que observé en mi vida. Era la violencia de la pura imagen. La imagen misma transmitía violencia pura. Pero nada era ostensiblemente violento en la escena. La imagen distorsionada transmitía una violencia desgarradora.

Cuando le preguntaron al protagonista qué relación existía entre la multiplicación y la relación personal con sus verdaderos padres contestó: “No pensé en mis padres. Sólo en el placer que me producía en las manos el tirar de ambos extremos de la cuerda”. La tensión producía otro campo de velocidades.

El actor estaba explorando los tiempos de la creación. Lo intrínseco del proceso creativo: la máxima lentitud como máxima velocidad (Bob Wilson).

Las multiplicaciones más creativas no tratan de explicar nada ni de interpretar nada. Sólo hablan de devenires; de desbloqueos, de intensidades; de líneas de fuga; de nuevos territorios, de nuevas formas de ser en los grupos; de velocidades, de lo no inteligible, de opacidades. De afectos alegres.

Son puro devenir de experimentación. Atentos a los devenires animales.

Las multiplicaciones dramáticas son velocidades, ritmos, desbloqueos de intensidades del protagonista.

Bacon con Locche

Yo quiero una imagen muy ordenada pero quiero que venga por azar. (Francis Bacon)

Quieres que una cosa sea lo más real posible y al mismo tiempo profundamente sugestiva o que abra profundamente áreas de sensación distintas de la simple representación del objeto que pretendes hacer, ¿no consiste en eso toda arte?

¿Por qué no quiero contar una historia? No es que no quiera contar una historia pero deseo profundamente hacer lo que dijo Valéry: transmitir la sensación sin el aburrimiento de la transmisión. Y en cuanto aparece la historia y su explicación aparece el aburrimiento. (F. B.)

Considero que esta violencia de mi vida, la violencia entre la que he vivido, es diferente de la violencia de la pintura; cuando se habla de la violencia de la pintura es algo que no tiene nada que ver con la violencia de la guerra. (F. B.)

La violencia de las sugerencias dentro de una imagen misma que sólo puede transmitirse a través de la pintura. (F. B.)

Yo siempre estoy intentando romper el proceso. La mitad de mi actividad como pintor es romper lo que puedo hacer con facilidad. (F. B.)

Quería una imagen que coagulase esta sensación de dos personas realizando un tipo de acto sexual sobre la cama, pero me quedé completamente en el vacío y lo dejé todo a las pinceladas al azar que hago constantemente y entonces sí di con lo que se llama forma concreta. (F. B.)

No obtuvo con las estrías de su experiencia de su historia de recuerdos de otras historias de hombres reinventó al azar (cuerpo sin órganos) las pinceladas que lo hicieron sorprenderse. Esto se llama imaginación técnica. Existe un azar técnico. Las multiplicaciones azarosas, las no representativas, las que experimentan los nuevos sentidos y las nuevas imágenes que traen nuevos sentidos. Las puro cuerpo sin órganos son pura imaginación técnica.

En cada esquive azaroso de Nicolino Locche estaba inscripta su imaginación técnica. Pero cada esquive azaroso tiene que suspender de lado momentáneamente un “saber”. Y cada esquive azaroso está inscripto sobre una rigurosa artesanía previa.

El coordinador tiene momentáneamente que suspender su saber. En la imaginación técnica azarosa del trabajo de Bacon hay una férrea formación. Nos referimos a que las férreas formaciones a veces se oponen a los nuevos devenires. Estamos siempre en las nuevas subjetividades a producir en una heterogeneidad real.

No ser Brando

Un director debiera devenir cada vez más imperceptible, indiscernible e impersonal. Si así fuera, uno sería como la hierba creando una multitud. Su subjetividad no es él, lo que él siente, sino lo que es capaz de dejar pasar a su través. Todos los flujos e intensidades posibles. Ha suprimido de sí mismo todo lo que le impedía circular entre las cosas y crecer en medio de ellas.

Momentáneamente ha desaparecido, al permanecer allí, inmóvil. Pero cuánto movimiento debiera haber en su quietud. Para desaparecer tranquilo, tiene que haber desarrollado un estilo; haber creado su singularidad.

Dice Bernardo Bertolucci sobre la actuación de Marlon Brando en El último tango en París: “Cuanto más intenta no ser Brando, más es Brando, y más matices logra transmitir”.

Cuando Marlon Brando acude a su propio estilo, a su máxima rostridad, a su máxima singularidad, brota de él un abanico de devenires. Cada gesto, cada pausa es una pequeña usina de nuevos espacios tiempos y, paradójicamente, cuanto más lo reconocemos es cuando más ha sido capaz de desaparecer de sí mismo para devenir austeramente otros en sus líneas abstractas. Parece contradictorio: cuanto más acudo a mi propio estilo, más puedo desaparecer.

Territorios de infancia

El recuerdo realiza una territorialización de la infancia. Pero el bloque de infancia funciona de otra manera: es la única y verdadera vida del niño, es desterritorializante, se desplaza en el tiempo, con el tiempo, para reactivar los deseos y hacer que se multipliquen sus conexiones; es intensivo e incluso en las intensidades más bajas hace resurgir de ellas una alta.

El niño no deja de reterritorializarse en sus padres: es que tiene necesidad de intensidades bajas. Pero en sus actividades, como en sus pasiones, el niño es al mismo tiempo el más desterritorializado y el más desterritorializante. De esta manera forma un bloque de desterritorialización que se desplaza con el tiempo, en la línea recta del tiempo, que viene a reanimar al adulto como se reanima una marioneta y le reinyecta conexiones vivas.

Seguramente los niños no viven como nuestros recuerdos de adultos nos hacen creer, ni siquiera como ellos lo creen según sus propios recuerdos casi contemporáneos de lo que hacen. El recuerdo dice ¡madre-padre!, pero el bloque de infancia está en otro lado, en intensidades más altas que el niño compone con sus hermanos, sus amigos y sus trabajos y sus juegos y todos los personajes no familiares en los cuales desterritorializa a sus padres cada vez que puede. (Gilles Deleuze, Una literatura menor. Kafka)

Muchas veces las multiplicaciones dramáticas funcionan como bloques de infancia que se desbloquean, a través de otras facilitadoras multiplicaciones previas. La inhibición personal da lugar a una multiplicación que por su intensidad sorprende al mismo protagonista, al establecer nuevas conexiones, nuevos ritmos, nuevas potencias y nuevas composiciones con otros integrantes. Des-bloqueos de la infancia, que no tienen valor de interpretación, sino de facilitar al máximo su despliegue con sus conexiones y territorios, en el campo de la experimentación pura. Estos despliegues de bloque o segmento de infancia producen muchas veces reactivaciones de los deseos y nuevas máquinas deseantes. No es cuestión de recordar la infancia, sino de permitir desplegar el bloque en toda su intensidad.

No se trata de representar “al niño”. Es un acto de sobriedad sin recuerdo en el cual el adulto es apresado en un bloque de infancia, sin dejar de ser adulto, como el niño puede ser apresado en un bloque de adulto sin dejar de ser niño (Deleuze). Ni es tampoco un intercambio de papeles. También puede ocurrir que se evoque un recuerdo infantil y luego se despliegue un bloque de infancia inesperado e intempestivo en la multiplicación.

Descansa hijo

Descansa hijo que mereces descansar y enterrar mi cuerpo que ya huele ayúdame a morir en paz para que entonces mi voz siga hablando siempre por todos lados hacia donde a través no soy sólo tu madre madre de madres sin tiempo en tu cuerpo que fabrica mi voz en cada día en cada una de tus células.

Descansa hijo te quiero mamá aunque ya los destrozos me impidan reconocerte descansa hijo no sé si estoy arrepentido lo olvidé lo olvidé si hice bien o hice mal si pequé o soy inocente descansa hijo que yo seguiré hablando mientras pueda disculpa mamá descansa hijo. (De la obra El Cardenal, Ed. Búsqueda)

Escribo con mi cuerpo

Deleuze dice que el pensamiento comienza con un robo. El robo de la transparencia el robo de la intencionalidad robar la escena ante todo es robarle la linealidad transparencia la posesión al sujeto de un sentido.

Lo otro de la escena es el no relato de la escena lo que no puede ser apresado; no puede ser pensado y ésa es una ética, además.

Cuando escribo una obra de teatro se torna representable en realidad el personaje escrito es pura representación.

Cuando ensayo como actor exploro con mi cuerpo las diferentes velocidades y ritmos del personaje. Potencio fragmentos que descubro en la textura de la actuación. Creo que este proceso de búsqueda “opaquiza” la transparencia que posee el personaje escrito. Le robo entonces transparencia intencionalidad linealidad. Mi cuerpo a través de algún accidente (Bacon) busca lo no representable, lo “otro” de la escena.

La búsqueda es para no quedar capturado en la dimensión de la representación pura, me sumerjo en la estética de la multiplicidad. El cuerpo registra otras potencias rítmicas que desconocía cuando la escribí. Creo que cuando actúo estoy experimentando, estoy escribiendo con mi cuerpo un texto de goce.

El lugar del actor es el descubrimiento del texto de goce. No de placer.

Texto de placer: el que contenta colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la lectura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la consistencia de sus valores y de sus recuerdos pone en crisis su relación con el lenguaje: Beckett, Kafka. (Roland Barthes)

El actor extrae el texto de goce de la representación del texto de placer. Pero para descubrir el texto de goce hay que dejarse atravesar como cuerpo sin órganos. Para este trabajo hay que ser riguroso, nada se deja librado a la pura espontaneidad. Lo que surge en el escenario es un riguroso trabajo de experimentación.

Lo importante no es descubrir al personaje sino a sus diferentes devenires existenciales, arrancar del tiempo convención, del espacio convención, del tiempo homogéneo y el espacio homogéneo el espacio preextensivo, el tiempo como acontecimiento. Esto es el devenir. Lo que en la multiplicación ocurre también es el robo de la transparencia de la explicación clara, lo lineal de la historia, el relato unificado, el verosímil del paciente.

No narran

La multiplicación es rica en su molecularidad. Por su “entre”. Son los intersticios del protagonista. Sus desechos; sus voces desconocidas. Su opacidad.

Las multiplicaciones dramáticas, cuando son efímeras, son verdaderas máquinas expresivas de intensidades. Cuando no narran. Cuando no son metafóricas.

Las multiplicaciones metafóricas siempre tienen una “red” que las protege, alguna explicación que se insinúa. Están a salvo.

No están en el aire como el viaje esquizo de las multiplicaciones efímeras cuando están sostenidas sólo por sus intensidades y sus huidas. Esa huida se realiza en el mismo lugar de intensidad. Tienen poco movimiento. Son generalmente sedentarias. No narran. Son rápidas. “Sólo tiene el espacio que pisa su único punto de apoyo, es el que puede cubrir sus dos manos, así pues, mucho menos que el trapecista del music-hall a quien, por lo menos, le pusieron una red debajo.” (Franz Kafka)

Las multiplicaciones efímeras tienen la austeridad despoblada del teatro de Beckett.

Nadie imita al sujeto. Son todos diferentes devenires. Devenir niño devenir mujer devenir viejo devenir papá. Devenires que están bloqueados.

Contraste

Cuando la electricidad se introducía en la piel morena del extraño –en pleno momento de lo indecible de la gritería en aquel idioma tan horrible como incomprensible– el muchacho tenía siempre su bella erección que nunca pudo detener... aunque lo intentó...

Hubo también una primera vez recuerdo de haberse dejado caer los pantalones sus pantalones: su semen blanco sobre la piel morena la belleza blanca sobre la tez morena blanqueaba el blanco de su semen sobre el extraño hombre que no entendía y a veces hasta dejaba de gritar... por instantes incapaz de entender la ceremonia.

Nunca recuerda haber tenido erecciones tan fuertes si alguna otra vez las tuvo... no recuerda... no tiene imágenes... tal vez el diferente color de la piel... el olor... siempre quiso olvidar.

Sólo el recuerdo de la patria de la belleza apolínea... del orgullo de nación de su belleza sólo podía recordar conceptos pero la nitidez de lo otro - del semen blanco en la tez morena eso nunca lo podía olvidar... todo lo demás una nebulosa de concepto - no era... eso todo lo demás - no era no existía como imagen aquel maravilloso contacto entre su semen blanco y la tez morena - la implacabilidad del contraste ...

Hoy ese recuerdo - la nitidez - lo digo - que alguien lo comparta - que no diga nada - que no se atreva a mirarme ahora me estoy yendo... no sé bien dónde porque mi cuerpo duele tal vez menos sólo si es posible tal vez dios lo sabe sólo dios lo sabe... (Fragmento teatral inédito.)

Eduardo Pavlovsky

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El ajenjo, una bebida que conserva sus misterios y vuelve a 120 años de su auge

Un halo de misterio (verde, por supuesto, tiene que ser) abraza al ajenjo aún en nuestros días. En 1890, su momento de auge, el hada verde, bebida sensual y demoníaca, desencadenó olas de borrachera en Europa. Fue la musa inspiradora de los poetas malditos y de artistas atormentados en general. Se le atribuyeron poderes alucinógenos y hasta asesinatos. No podía terminar de otra manera: a partir de 1910, una ola de prohibición ahogó los vapores verdes del mentado licor. Pero en rigor, el ajenjo es una planta aromática, artemisia absinthium se llama, a la que le descubrieron primero facultades medicinales y luego, concatenación mágica de la historia, terminó convirtiéndose en la bebida más espirituosa entre todas. De su nombre científico el licor heredó su identidad en francés, absinthe, luego legada al inglés.

Por fortuna para los que habitamos el mundo por estos días, después de largas décadas de ausencia y prohibición, un joven resurgir, de no mucho más de cinco años, se produjo de la mano de una francesa Marie-Claude Delahaye's. Pero no es nada fácil, el ajenjo se sabe hacer desear y no se deja encontrar de buenas a primeras. Muchos nos topamos con buscadores empedernidos de ajenjo, que avanzan en una búsqueda infructuosa. Eso sí, quienes comiencen a interesarse por el encriptado universo del ajenjo, deberán tomar muy enserio un dato fundamental: tiene un 70 por ciento de graduación alcohólica.

Brebaje alucinado

"Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, se ven cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir", supo escribir Oscar Wilde. Se le atribuyen al licor muchas historias famosas. Por ejemplo, se dijo que la oreja que Van Gogh se cortó fue producto de su excesiva ingesta de licor de ajenjo. Hay otras, como la que cuenta que a causa de dos medidas de ajenjo, en 1905 un campesino suizo disparó y mató a su mujer embarazada y a sus hijos de 4 y 2 años y luego intentó suicidarse con la mala suerte de fallar. A partir de semejantes historias, se gestó la ola de prohibición.

Un libro llegó a la Argentina para desmitificar un poco tanta leyenda. Se llama "Ajenjo, mito e historia", de Phil Baker. Allí apunta que uno de los datos fundamentales acerca del ajenjo es su altísima graduación alcohólica, a la que debe ser atribuido el concentrado poder de una medida y no a otra cosa. Claro que el licor de ajenjo tiene, y lo trae desde la planta, una sustancia alucinógena llamada thujone. Lo cierto es que, apunta el autor, la prohibición previno que esta bebida del demonio se popularizara y derramara su influencia de los salones burgueses a la clase trabajadora.

Hubo ley seca de ajenjo en Francia, en Inglaterra, en Suiza... el único país europeo que no tuvo veda fue España. ¿Pero por qué es tan difícil encontrar un sitio donde sirvan ajenjo en 2006?. En Inglaterra se volvió permitir en 1998, por ejemplo. Pero lo que nos interesa es Argentina: según entendido en la materia, Salvador Gargiulo, editor de Cántaro y encargado del lanzamiento del libro de Baker en Argentina, la prohibición también llegó a nuestro país a través de una disposición para el expendio de licores y bebidas alcohólicas alrededor del '30. Fue consecuencia de la veda en Francia y Suiza, porque por ese entonces Argentina importaba ajenjo francés.

Gargiulo, tuvo el privilegio de probar varios y diferentes ajenjos. Hay que apuntar que lo que hoy se vende como ajenjo no es la misma fórmula del siglo XIX. Entre otras diferencias, se venden en varias graduaciones alcohólicas, el original tenía un 70 por ciento. La versión que se arrima más a la original es la francesa La Fee Abstinthe, y se puede comprar una botella on line, cuesta alrededor de 30 euros. En el Free Shop de Río de Janeiro, hace unos siete meses Gargiulo pudo encontrar una botella de Versinthe, una muy buena presentación, (con la cucharita obligatoria incluida), para un ajenjo que no es de los mejores. Otra oportunidad para los que viajan: el free shop de Barajas (España), allí se consigue el Marí Mayans, una botella cuesta aproximadamente 15 euros.

Algunos ya lo estarán pensando, pero apuntemos: si hacer crecer en el fondo de casa una plantita de ajenjo no es tan complicado, sí lo es el acceso a la receta y sus proporciones exactas. En la web se reproducen fragmentos de una búsqueda que rinde cuentas del mito. También se puede encontrar información, aunque en inglés, en el Museo Virtual del Ajenjo y bellísimas imágenes, reproducciones de viejos afiches e ilustraciones de la Belle Epoque, publicidades y fotografías de objetos como botellas, copas y cucharas. Un tesoro para nostálgicos.

Cómo se sirve

El ajenjo tiene algo de alquimia. El licor puro es de ese característico color verde y debe servirse en una copa de base ancha, pero no se toma sólo, se le agrega agua fría. El efecto de esta mezcla es un sorprendente blanco lechoso. Hay quienes lo prefieren con azúcar. En ese caso habrá que utilizar una pequeña y original herramienta: algo así como una cucharita con orificios. Sobre ella se coloca un terrón de azúcar y recién entonces se vierte con lentitud el agua sobre el terrón, que se irá disolviendo y caerá sobre el ajenjo, a través de los agujeritos de la cuchara. Luego se revuelve y está listo para tomar. Las proporciones pueden variar, una de ajenjo y tres de agua, tal vez cuatro o incluso seis.

Como queriendo perpetuar el misterio, en Buenos Aires no se anuncia abiertamente dónde se sirve el ajenjo. Pero se consigue, un poco subrepticiamente. Habrá que acercarse a la barra de algunos bares de moda, pedirlo y ver qué pasa. Dicen que el precio no baja de los 50 pesos. La recomendación será averiguar qué ajenjo tienen. Entretanto deberemos controlar las expectativas. Tal vez no nos esté esperando el hada verde en el fondo del vaso. Gargiulo, que como dijimos antes, probó algunos de los ajenjos modelo 2000, admite que la variedad es amplia, el sabor es anisado, algunos son más amargos que otros, algunos más fuertes que otros. Engaña un poco, se siente fresco porque es frío, y dulce por el azúcar, tal vez por eso las francesas del siglo pasado lo tomaban con fruición, era una de esas bebidas que complacen el paladar de las mujeres. Es, desde luego una bebida muy potente, pero ninguna musa, dice Gargiulo, "después de tres vasos lo único que me quedó fue un mareo colosal".

María Farber

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Una especie es capaz de sobrevivir 40 millones de años sin relaciones sexuales

Un grupo internacional de científicos ha descubierto un conjunto de organismos que ha sobrevivido más de 40 millones de años sin relaciones sexuales.

En un informe publicado en la revista 'PLos Biology', el equipo, encabezado por científicos británicos e italianos, señala que su estudio desafía la presunción de que el sexo es indispensable para la diversificación de los organismos.

Además, señalan, su investigación proporciona nuevos conceptos sobre la evolución de las especies.

El estudio está centrado en rotíferos deloides, organismos microscópicos acuáticos asexuados que se multiplican mediante huevos que son clones genéticos de su madre, pues no hay padres.

Según los científicos, los registros fósiles, así como los datos moleculares, muestran que estos microorganismos surgieron hace más de 40 millones de años sin necesidad de reproducción sexual y que, desde entonces, han evolucionado y se han convertido en especies diferentes.

Según Tim Barraclough, de la División de Biología del Imperial College of London, la investigación permitió descubrir que "diferentes poblaciones de estas criaturas se han convertido en especies diferentes no sólo debido a su aislamiento, sino por presiones diferentes en ambientes distintos".

Barraclough citó el caso de dos especies de rotíferos que vivían en un organismo superior muy cerca uno del otro: uno en las patas y el otro en el pecho. Su cuerpo ha evolucionado de forma diferente para ajustarse a un hábitat diferente.

"Estas criaturas son asombrosas y su existencia pone en duda la idea de que las que son asexuadas desaparecen rápidamente. Han estado aquí durante millones de años", señaló.

EFE / 20minutos.es

Alpargatas en cruz, vaca violeta, corcho sanador...

Para el asombro, un recuento de los mitos argentinos:

Si se habla de mitos, más vale recurrir a Carl Gustav Jung. En Arquetipos e inconsciente colectivo admite que los mitos son, ante todo, "manifestaciones psíquicas que reflejan la naturaleza del alma". El discípulo de Sigmund Freud confirma, además, que la lucha contra el dragón, el respeto y el miedo a la muerte, y el renacimiento por sobre las cenizas del Fénix están entre los mitos más conocidos y comunes a todas las tribus del planeta. Quizá los argentinos -desde los porteños más urbanos hasta los gauchos más gauchos-, sólo por el afán de sorprender, puedan aportar a la mitología global su propio grano de arena. Por ejemplo: rige en las rutas argentinas la presunción de que se puede acceder a platos buenos, ricos y baratos en los restaurantes donde se ven estacionados camiones sobre la banquina cercana. Pero hay más mitos.

Sea Monkeys y mas

Los que en los años 70 observaron el lento e improbable desarrollo vital de los sea monkeys (esos supuestos minimonos acuáticos que nacerían de un prometedor polvo que estaba en un sobre para después mezclarlo con agua) fueron, por ventura, también los que oyeron -en algún sarao de adolescentes- que la combinación de una aspirina con determinada bebida cola actuaría como un formidable estimulante femenino. La misma bebida ofrecía una serie de segundas intenciones de uso: bronceaba, aflojaba las tuercas apretadas, y servía para quitar el papel engomado del parabrisas de los autos en infracción.

En esa misma época aparecía una corriente revisionista en los estudiosos, y el profesor Santiago Fernández Arlaud, autor de manuales de historia argentina de cuarto y quinto año editados por Editorial Stella, animaba a sus alumnos lasallanos a dudar de la existencia del sargento Cabral y del legendario Negro Falucho. Y cuando el sonetista Gustavo García Saraví publicó un poema que aludía a la inexistencia de Cabral, debió coprotagonizar un entredicho con un representante del Ejército. Pero, segurísimo, el historiador Félix Luna confirma la existencia del heroico Cabral: "Hay documentos que demuestran su existencia".

Contra la mufa

A fines de los años 60, exagerados o precavidos, los compañeros de trabajo de un conocido conductor televisivo no se animaban a pronunciar su verdadero nombre para no atraer la mala suerte: a sus espaldas, lo llamaban Robert Mitchum. El mito fue perdiendo fuerza.

Como aquel otro que aseguraba que, para no desencadenar una pelea, había que tratar de no regalar objetos puntiagudos. De hacerlo, el resultado sería tan trágico como comer sandía acompañada de vino; a los 77 años, el ex rematador René Fossatti conserva un cuaderno de infancia en el que anotó la experiencia de haber invitado a un vagabundo con esta mezcla supuestamente explosiva. No tuvo mucho para contar, por suerte. En esos mismos apuntes recuerda cómo los padres obligaban a los chicos a dormir la siesta porque, si no, aparecería una criatura llamada la Solapa y se los llevaría.

El mundillo del espectáculo todavía conserva otro mito: para neutralizar el efecto de la mala suerte, habrá que mencionar a Pugliese, y listo. Los conductores de autos, en cambio, atan una cinta roja a unos centímetros de la patente para protegerse en la vía pública.

La vaca intoxicada

En los años 80, en tanto, se instaló la duda acerca de si se había pintado o no una vaca con los colores blanco y violeta de la etiqueta de un conocido chocolate. Una corriente de opinión sostenía que la vaca había sido pintada e intoxicada. Otra, que se trataba de un truco fotográfico, ayudado por computadoras.

Y en momentos difíciles de cualquier década, alguno que otro echará mano, con seguridad, del vinagre. Y no sólo para preparar ensaladas, sino también para limpiar las malas vibraciones en negocios, hogares, y para evitar la pediculosis. Y los corchos de botellas, con sus propiedades terapéuticas, son un complemento perfecto: llevarlos en el bolsillo aseguraría la eliminación de calambres y dolores de huesos.

La gente de campo ha contribuido a la conformación de un compendio mitológico. Abundan ejemplos en El mito, la leyenda y el hombre, de Félix Molina Téllez: la higuera sólo florece a medianoche en Navidad, con una sola flor blanca; si se cultivan hortensias en las casas, las chicas se quedan solteras; la flor de la magnolia, si se la corta, trae mala suerte para los de la casa; si el arroz se derrama en la mesa, es buena suerte, pero si se derrama la sal... tragedia (aunque, se sabe, hay que tirar un puñado hacia atrás, sobre el hombro, y el efecto queda neutralizado). Todo, parte de la religión o de la cencia gaucha que fue gestándose en madrugadas de mate y que asegura que, cuando los perros ladran de noche, un santo remedio es poner las alpargatas en forma de cruz. Y nada como clavar un cuchillo en la tierra para desviar una tormenta.

Alejandro Schang Viton

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Proyectos faraónicos XL

Aún se recuerda qué les contestó el célebre Carlos Saúl, que siempre tuvo pasión por el antiguo Egipto, a quienes calificaban de “faraónicos” algunos de sus proyectos. “¿Qué tienen contra los faraones? –los interpeló– ¿Acaso ellos no nos dejaron esas hermosas pirámides que aún siguen atrayendo a tantos turistas?”

No nos consta que Kheops promoviera el turismo, pero no cabe duda de que los egipcios, que sólo contaban con la tecnología de la Edad del Bronce, apenas estaban en condiciones de levantar unas pocas pirámides. Andaban muy lejos de algunas fantasías ingenieriles que supo soñar la Modernidad, y que al parecer aún hoy siguen ejerciendo alguna seducción sobre los hipermodernos.

Entre las fantasías menos conocidas se cuenta un proyecto que tuvo alguna popularidad en los años ‘20 y ‘30. Proponía bajar el nivel del Mediterráneo para ganarle miles de hectáreas al mar y generar energía eléctrica a discreción. Aspiraba ampliar la superficie de Europa hasta convertirla en un nuevo continente, que se llamaría “Atlantropa”. En su tiempo mereció la consideración de intelectuales como Sigmund Freud y Thomas Mann.

Sueños de grandeza

Apenas restañadas las heridas de la Primera Guerra Mundial, los años ‘20 rebosaban de ideas audaces y proyectos grandiosos que apostaban a poner el progreso y hasta el orden político en manos de la tecnología.

El canal de Suez y el de Panamá estaban creando nuevos vínculos entre los continentes, cuando los ingenieros soñaban con obras más ambiciosas, con las cuales se proponían cambiar la faz de la Tierra, sin sentirse inhibidos por el menor escrúpulo ambientalista.

En 1928 los franceses proyectaron abrir el Canal de los Dos Mares, que debía unir a Marsella con Burdeos, aunque al fin desistieron, y Le Corbusier se propuso remodelar Argelia en 1932. Pero la obra que mayor impacto cultural tuvo en Europa fue el dique del Mar del Norte, construido entre 1923 y 1932, que permitió a los holandeses ganarle grandes extensiones al mar. Hasta Freud le rindió homenaje en una conferencia de 1932, cuando enunció esa célebre fórmula donde comparaba el dominio que el Yo realista debía ejercer sobre el impresentable Ello, con la conquista de las tierras del Zuiderzee.

Para el imaginario de la época, la transformación de la geografía se ofrecía como el instrumento para lograr la unión de los europeos. “Paneuropa” era una idea que contaba con el apoyo de muchos intelectuales y de líderes como Léon Blum y Aristide Briand. Hasta era vista con simpatía en la Sociedad de las Naciones.

Atlantropa

En ese contexto político y cultural creció el faraónico proyecto del alemán Herman Sörgel (1885-1952), que si bien sedujo la imaginación de muchos europeos, nunca encontró el apoyo político necesario para ponerse en práctica. Sörgel era un arquitecto e ingeniero de Munich. Hombre de grandes ambiciones, en un libro que escribió en 1921 ya se había propuesto reformar la educación, para formar ese “hombre nuevo” del cual casi todos hablaban entonces, desde Lenin hasta los fascistas.

En 1927 comenzó a elaborar su proyecto, que presentó al público en 1931. Sörgel proponía ganarle al Mediterráneo una superficie equivalente a la legendaria Atlántida. El nuevo continente se llamaría Atlantropa. Sörgel no estaba solo. Lo secundaba un equipo de brillantes arquitectos e ingenieros alemanes como Bruno Siegwart, Peter Behrens, Fritz Höger y Erich Mendelsohn, que soñaban con diseñar y realizar las monumentales obras que se levantarían en los nuevos territorios. Sörgel publicó cinco libros sobre el tema y en 1930 armó una exposición itinerante que despertó gran interés en Alemania y Austria. Su desafío era dramático: “Atlantropa, o la decadencia de la civilización”.

Curiosamente, los nazis no se interesaron en el proyecto. Con él, Alemania hubiera ganado tráfico para su puerto de Hamburgo, en desmedro del Mediterráneo, pero la mayoría de las nuevas tierras serían para Italia. En vísperas de la guerra, Sörgel seguía tratando del halagar a las potencias del Eje con un libro titulado Las tres A (Atlantropa, América, Asia). La Gran Alemania y el Imperio italiano (1938).

La guerra mandó al proyecto al olvido. Pero en una novela soviética de ciencia ficción de los ‘40 (Batallas bajo el Artico) todavía aparecían los nazis, ahora refugiados en el Polo Norte, saboteando las obras de Atlantropa, que había construido una revolución socialista triunfante.

Sörgel también tuvo un discípulo sionista, Erich Mendelsohn. Refugiado en Suiza tras el ascenso del nazismo, publicó un manifiesto donde proponía aplicar las ideas de Sörgel para entregar tierras a los colonos judíos de Israel, sin tener que quitárselas a los palestinos.

Sörgel murió en un accidente de auto de 1952 y su instituto cerró sus puertas en 1960. En 1950, todavía era capaz de inspirar una película alemana (Atlantropa, el nuevo continente), y para el año 2002 “calcular cómo cambiaría la cuenca del Mediterráneo, de bajarse el nivel del mar unos cien metros” seguía siendo tema de algunos exámenes de física del secundario.

Quien dio a conocer a Sörgel en Estados Unidos fue el ingeniero alemán Willy Ley, uno de los grandes promotores de los proyectos espaciales, que habló de Atlantropa en su libro Sueños de ingenieros (1954). Entre los lectores que tuvo estaba Gene Roddenberry, lo cual explica cómo en la primera de las películas de Viaje a las estrellas (1979) el Almirante Kirk visita la represa hidroeléctrica de Gibraltar.

Sólo recientemente, gracias a la labor de dos historiadores de la arquitectura, Wolfgang Voigt y Alexander Gall, la historia de aquel proyecto utópico ha sido rescatada del olvido.

El fondo del mar

La idea de Sörgel, que confesaba haberse inspirado en el Esquema de la Historia de H. G. Wells, parecía muy simple: aprovechar la diferencia de nivel entre el Mediterráneo y al Atlántico para generar energía eléctrica y apropiarse para la agricultura de parte del fondo marino.

De hecho, el agua que aportan los ríos como el Nilo, el Po, el Rin, el Tíber y el Ebro no alcanza a compensar las pérdidas por evaporación que sufre el Mediterráneo. El Atlántico vuelca en él unos 88.000 m3 de agua por segundo, doce veces la masa líquida del Niágara.

Según Sörgel, se trataba de construir en Gibraltar un dique de 35 km de largo y 550 m de ancho que alimentaría un megaproyecto hidroeléctrico. La obra correría por cuenta del ingeniero suizo Bruno Siegwart, que entonces dirigía la Shell. El arquitecto Peter Behrens pensaba coronarla con una torre de 400 m, que sería el símbolo de la nueva Atlantropa.

Con esa represa, el nivel del Mediterráneo bajaría unos cien metros, a razón de 1,5 cm por año. Italia podría cultivar el Mar Adriático, agrandaría Sicilia y refundiría a Córcega con Cerdeña. Las islas del Egeo quedarían unidas y Libia, que Mussolini estaba colonizando, también tendría un gran crecimiento.

Pero el proyecto no se limitaba a Gibraltar. Un segundo dique uniría a Sicilia con Túnez y la conectaría con toda el Africa, de manera que sería posible ir en ferrocarril desde Berlín a Ciudad del Cabo. El megaproyecto se completaba con un tercer dique a levantar en los Dardanelos, con el cual se desconectaría al Mediterráneo del Mar Negro.

Con el segundo y el tercer dique, el Mediterráneo quedaría dividido en un mar occidental, cien metros más bajo que el actual, y uno oriental, que bajaría cien metros más. Este desnivel permitiría nuevos emprendimientos hidroeléctricos, con una producción de energía cercana al 30% del actual consumo europeo.

¿Qué hacer con el agua sobrante? Sörgel proponía bombearla hacia el Sahara, para hacerlo cultivable. De este modo, todos los países con costas en el Mediterráneo ganarían tierras al mar, pero los puertos como Barcelona, Marsella, Génova y Venecia quedarían lejos de la costa. El equipo de Sörgel tenía pensado preservar las ciudades como patrimonio histórico. Como todo el proceso llevaría unos dos siglos, durante la transición los actuales puertos serían reemplazados por enormes pontones flotantes, con muelles y aeropuertos.

El proyecto Atlantropa culminaría cuando la nueva Europa tuviera su propia capital. Algunos, como Höger, planeaban instalarla en Basilea (Suiza) por su tradición de neutralidad. Otros apostaban por una nueva ciudad que se llamaría PortduRhône, o se levantaría en el emplazamiento de la antigua Cartago.

Cualquier estudiante diría hoy que una obra como esa cambiaría el régimen de lluvias y el clima de toda la región, con lo cual buena parte de la electricidad se gastaría en acondicionadores de aire. Pero Sörgel, con un total desconocimiento de la perspectiva ecológica, no dudaba de que el efecto sobre el clima sería benéfico. Estimaba (erróneamente) que el Sahara estaría bajo el nivel del mar, y proponía irrigarlo con el agua de sus embalses.

Su proyecto geopolítico respondía, en definitiva, a la misma óptica que había dominado al colonialismo, con total desprecio por los “nativos” y los ecosistemas naturales. Esa era la época en que Heidegger presentaba a Europa apretada entre las pinzas comunista y capitalista de una tenaza que amenazaba con aplastarla. Sörgel y sus colaboradores se proponían defender a Europa, pero eran un poco más paranoicos. Las amenazas se daban en varios frentes: el peligro amarillo por el Este, la insidiosa americanización al Oeste, y el peligro negro por el Sur africano...

Había que crear las condiciones para que continuara la expansión de la raza blanca, a la cual la superpoblación había puesto severos límites, empujando hacia tierras americanas un enorme flujo de emigrantes. La crisis económica del treinta era para Sörgel la señal de que había que hacer algo, y pronto.

El delirio no se rinde

Se diría que en aquellos tiempos estábamos a una distancia abismal de cualquier prudencia ecológica. El avasallamiento de la naturaleza sin condiciones formaba parte de esa fantasía machista que animaba al colonialismo. Basta recordar que Hegel había expulsado a Africa de la historia, condenando a sus habitantes, que no habían llegado a someter a la naturaleza al arbitrio de la raza blanca.

Los proyectos que tenía Sörgel para Africa parecían prescindir de todos los escrúpulos que podía abrigar para Europa, casi como si ignorara que el continente estaba habitado. En efecto, el alemán también había pensado en levantar un dique en el río Congo. El embalse resultante uniría sus aguas a las del lago Chad, para formar dos grandes mares interiores en Africa. El excedente sería enviado al Sahara, para lo cual habría que excavar un segundo Nilo. ¡Nada más fácil!

Uno pensaría que proyectos semejantes, en los cuales es fácil reconocer el sesgo paranoico del totalitarismo europeo (más de lo que cualquier faraón o tirano asiático hubiera soñado) deberían haberse esfumado con el avance de las ideas liberales y el crecimiento de la conciencia ecológica.

Sin embargo, los megaproyectos siguieron poblando la fantasía de los tecnócratas en los prósperos años ’60. Hoy, cuando todos dicen estar preocupados por el calentamiento global y la deforestación, hay que recordar que en 1957 hubo un proyecto norteamericano para abrir un segundo canal de Panamá usando explosiones nucleares. El soviético Borisov imaginó entonces un dique en el estrecho de Behring, desde donde se bombearía agua tibia a Siberia y Canadá. Nadie parecía preocuparse por la contaminación radiactiva o por el derretimiento del hielo del Artico.

En esos años Frank Davidson, del MIT, imaginó un acueducto que llevara agua del Amazonas a Africa, y Herman Kahn, el futurólogo del Hudson Institute, propuso en 1968 una represa en el Amazonas que hubiera inundado muchos miles de millas cuadradas, con efectos probablemente catastróficos. En 1956, un físico ruso y el senador norteamericano Estes Kefauver propusieron crear un Sol termonuclear.

Suenos hipermodernos

Las nuevas tecnologías parecen haber dado aliento a nuevas fantasías, que rescatan aquellas de preguerra. Ahora no hay que pensar en los esclavos, la piedra de los faraones o el cemento de las represas. Hoy es posible construir estructuras ligeras e inflables hechas de kevlar, y usar cables y membranas de nanotubos hechos de fullereno, que es cien veces más fuerte que el acero.

El principal abogado de Atlantropa es hoy Richard Brook Cathcart, quien en numerosos trabajos publicados entre 1983 y 1998 propuso retomar el proyecto de Sörgel. Cathcart recomienda bajar el Mediterráneo solamente unos cincuenta metros, con lo cual se ensancharía considerablemente el norte de Africa. El Mediterráneo se transformaría en un “oceanario” y sería más salado y caliente. Ahora todo se presenta con intenciones humanitarias y ecológicas: la planta de Gibraltar permitirá retirar del aire los gases de invernadero y “restaurar la atmósfera anterior a la revolución industrial”. También se propone sembrar nanorrobots, capaces de armar reflectores solares para bajar el albedo del mar, levantar gigantescos domos el Sahara y tender un acueducto que lleve agua del Rin a Cataluña.

El ingeniero Frei Otto, que viene proponiendo cosas semejantes desde 1953, se propone nada menos que remodelar la biosfera y hasta “embolsar la Tierra” con una ligera membrana, para prevenir los tsunamis y otras catástrofes naturales.

Lo más alarmante de todos estos proyectos es su lenguaje. Gente como Cathcart, Otto o Yona Friedman hablan de “Noopolitik” (una política para ensanchar esa Noósfera que imaginó Teilhard de Chardin) y hasta de “Disneyficación” del paisaje con fines turísticos. La reconstrucción de la Biblioteca de Alejandría sería el primer paso para la construcción de otros parques temáticos en el desierto.

Quizá la palabra más alarmante sea “Terraformación”. La expresión proviene de los megaproyectos ideados en el mundo de la NASA, que proponen remodelar Marte o Venus para hacerlos habitables para los seres humanos. Lo que nadie explica es por qué hay que “terraformar” la Tierra, que ya está terraformada.

Más ingenuamente, los autores de estos proyectos hablan de “arte oceánico” y hasta de “arquitectura de ciencia ficción”. En ese caso, habría que aconsejarles que escribieran novelas en cuatro tomos o levantaran moderadas instalaciones. No vaya a ser que a alguien se le ocurra hacerlas sin consultar a nadie.

Pablo Capanna

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Buenos Aires, capital de Venezuela

La perplejidad. Recuerdo perfectamente el momento. Hebe de Bonafini acababa de elogiar el mundo de ETA y se despachaba a gusto contra la democracia española. Era el mismo año en que ETA asesinaba en Barcelona al político socialista Ernest Lluch (amigo de muchos de nosotros), y la larga lista de muertos inundaba nuestra ensombrecida conciencia.

Para todos los que nos habíamos educado en los movimientos contra Franco, las Madres de la Plaza de Mayo eran un referente, una especie de lucha blanca contra la maldad negra de la dictadura, y así las habíamos incorporado a nuestra mitología, sin depurar matices. Probablemente éramos víctimas de la ignorancia, acostumbrados a poner en el saco de las bondades a todos los movimientos solidarios. Pero Hebe nos despertó de golpe, como un molesto viento, frío e inesperado.

Si esa mujer representaba la lucha por las libertades, ¿cómo podía defender a una organización totalitaria que mataba a nuestros amigos, a la gente que pasaba por la calle, a cualquiera que situara en su demoníaco punto de mira? Las reivindicaciones vascas, planteadas de forma democrática, formaban parte de las causas de muchos de nosotros. Pero el terrorismo sólo era una maldad nihilista.

Desde aquel día, Hebe de Bonafini conformó el ejemplo más triste -más decepcionante- de cómo una bandera noble podía esconder auténticas maldades ideológicas. Al fin y al cabo, la izquierda reaccionaria había sido, históricamente, tan enemiga de la libertad como su homóloga de derecha, y Bonafini recuperaba esa tradición sin ningún complejo.

¿Cuántos miles de muertos, en nombre de los principios de la izquierda, en nuestra historia reciente? Y a cada muerto, su silencio, porque el mundo decidió que sólo las víctimas de las dictaduras de derecha existían.

Ahí están, en su doble asesinato, el físico y el del olvido, los millones que masacró el estalinismo, o los que murieron en las Camboyas olvidadas, o los que sufren el espantajo de la dictadura cubana.

Las víctimas de Chile, Argentina, España, tuvieron sus poetas, sus recuerdos, su memoria. Pero las víctimas de Pol Pot, de Stalin, de Fidel, no tienen quien les escriba, porque la izquierda decidió no hacer la autocrítica que la historia reclamaba.

Ahora, viendo a los D Elia pasearse por la tiranía iraní, defendiendo sus bondades incluso por encima del respeto mínimo a las víctimas de AMIA, el círculo del fascismo de izquierdas se cierra a la perfección. Sabemos que una parte de la extrema izquierda latinoamericana ya coquetea con el islamismo fundamentalista: les une el mismo odio a los valores de Occidente, y el mismo desprecio a la libertad.

Lo de Ferro, pues, con Hebe de Bonafini y su colega Luis D Elía, abrazándose al sátrapa Hugo Chávez, no resulta una sorpresa. Dios los cría y el mismo populismo demagogo los junta.

El reaccionarismo de izquierdas, tan exhibicionista como el de derechas, gusta de la escenografía y el relumbre de los focos. Tampoco es una sorpresa que Chávez plante la carpa de su circo antiyanqui en todo territorio que considere propio, confundida la persona con el cargo, y el cargo con el país.

Venezuela ya es de su propiedad, dominada la prensa, amordazado el Parlamento y perseguida la oposición. Pero incluso gozando de una notable imaginación, nunca pensé que el dominio territorial de Chávez llegaría hasta el mismo corazón porteño, como si fuera una extensión venezolana de los sueños de Bolívar.

En uno de esos lujos que la vida nos regala, tuve la ocasión de platicar unas horas con Julio María Sanguinetti, una de las cabezas más bien amuebladas de América del Sur. Dos perlas de esa mente privilegiada: "La Paz es un convento, Bogotá una universidad y Caracas un cuartel"; "los venezolanos, cuando votan, no votan al presidente de Venezuela, sino al presidente de América".

Desde ese cuartel con ínfulas imperialistas, este tipo, a medio camino entre el fascismo mussoliniano y el populismo castrista, que tiene sus posaderas asentadas en una ingente y pornográfica fortuna, pero que mantiene a su población en cotas también pornográficas de pobreza, ese Chávez parece que tiene tantas agallas como poca vergüenza.

Visto desde la distancia, su mitín en Ferro me parece un acto de colonialismo sólo imaginable en un país sin entidad, pero alucinante, en una nación que, como la Argentina, es geopolíticamente tan relevante. Viene a chillar contra el imperio, y lo hace colonizando la imagen de otro país, en un acto de imperialismo chusco que me resulta imposible entender cómo han permitido.

Desde luego, un acto así resultaría impensable en Europa. Ya sé que la Argentina respondió poco, que el Gobierno no envió a nadie, que eran menos de los que querían, pero haberlo permitido es ya, sin duda, una dejación muy seria de la soberanía de un país.

Por supuesto, la visita de Bush por América del Sur merece una mirada crítica: no en vano el gobierno norteamericano ha ignorado los problemas de la región. Pero hay un gran trecho entre la crítica severa y este acto de "freakismo" político que reúne lo mejor de la izquierda más jurásica.

Si la oposición a Bush son los amigos de Irán, las amigas de ETA y un aprendiz de dictador que dilapida la fortuna de su país, mientras crecen las diferencias sociales, Bush mejora por momentos.

No hay nada como tener enemigos de caricatura para parecer algo serio.

Pilar Rahola / www.elreloj.com

Los diez mitos médicos más populares desterrados por los investigadores

Los mitos médicos son muy comunes. A veces, lo que las personas creen que saben sobre una enfermedad o su tratamiento puede tener un importante impacto en la forma en que la controlan, e incluso pueden dañar su salud. Y cuando los mitos médicos comienzan a interferir con un control adecuado, es momento de reconciliarse con la realidad, explican los especialistas. Una forma de contrarrestar los malentendidos es brindándole a la gente información precisa y educación para ayudarles a cuidarse adecuadamente. Los investigadores médicos han tratado de explicar o desterrar ciertas creencias que circulan en la "medicina popular".

Uno de estos mitos se refiere a que "la saliva es un buen desinfectante". Y esta falsa idea tiene una base fundamental en la imitación animal. La saliva está compuesta en un 95% de su volumen por agua, el 5% restante lo integran sales minerales como iones de sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y fosfatos. Recientemente se han identificado también sustancias como la lisozima, que rompe las paredes celulares de las bacterias contenidas en los alimentos, protegiendo en parte a los dientes de las caries y de las infecciones. Sin embargo, su poder bactericida es muy bajo y lo más probable es que la aplicación de saliva en las heridas favorezca el transporte de gérmenes más agresivos que aumenten el riesgo de infección de las mismas. Entre las creencias más "simpáticas" figura la que afirma que " cortar el pelo hace que crezca más rápido y fuerte ".

Bueno, parece ser, según los que saben , que cortarlo solamente lo hace más corto y crece casi exactamente un centímetro por mes, "no importa qué haces o tomas". Además, el cabello es más grueso en la base que en el extremo y por ello cuando lo cortamos da la sensación que sale más fuerte.

Otra creencia muy difundida es que "la inyección es el tratamiento más rápido". En realidad, cada medicación tiene su vía específica de administración en el organismo. Muchos pacientes frecuentemente piden inyecciones. Al respecto, explica la doctora Beena Kamath , "La mayoría del tiempo, las inyecciones no son necesarias, y más, pueden ser peligrosas (causar una infección por la piel). Siempre hay medicina efectiva en forma de tabletas o jarabes que son más baratas y más seguras". Respecto a las enfermedades, está muy arraigada la idea de que el " Asma es psicológica". Al respecto, explican los especialistas, "el factor psicológico juega un papel importante en todas las enfermedades crónicas, desencadenando o exacerbando las afecciones.

Esto no significa que el Asma sea una enfermedad psicológica pura, ya que necesita un terreno alérgico o no, que permita que el factor psicógeno entre otros, posibilite la aparición de las crisis".

Otro error muy común es creer que "para la gripe y los resfríos, lo mejor es el antibiótico".

Precisamente porque la gripe y el resfrío es una enfermedad viral , no tiene sentido la insistencia de muchos pacientes en recibir antibióticos: los antibióticos no matan los virus, sino que, como la propia etimología de la palabra indica, 'matan bacterias'.También está muy arraigado popularmente que "l as corrientes de aire producen los resfríos". En realidad, explican los especialistas, " nadie se resfría por no llevar una chaqueta o un suéter cuando está fresco, por sentarse o quedarse dormido en un lugar con corriente de aire, o por salir con el pelo mojado". Lo que sucede es que el frío baja nuestras defensas y los virus se aprovechan de eso. Pero si no hay virus (existen más de 100 tipos de rinovirus), no hay resfrío.

Incluso desde el embarazo ya surgen mitos. Como el que afirma que si el vientre de la futura mamá está bajo, es un niño, y si está alto, una niña. O que si la panza está en punta es varón y si es redonda es mujer; simplemente no es verdad. La forma y altura del vientre están determinadas por el tono muscular y uterino y por la posición del bebé. Y una vez que nació el bebé, otra creencia, que hay que "tomar con pinzas". Es la que dice que amamantar es el mejor anticonceptivo.

Lo cierto es que el Método de la Lactancia (MELA), como se lo llama, sólo es válido, explica la Guía para el uso de métodos anticonceptivos del Ministerio de Salud de la Nación sí y sólo sí la lactancia es exclusiva y la madre amamanta fre-cuen-temen-te, tanto de día como de noche (no deben transcurrir más de seis horas entre mamada y mamada); si no se han reiniciado los períodos menstruales y si el bebé es menor de 6 meses de edad. Las estadísticas indican que en los primeros 6 meses después del parto, su eficacia es del 98%. Pero, si no se respeta al pie de la letra los puntos anteriores, no se aceptan quejas.

Y quien no escuchó que "si uno se atraganta lo mejor es la miga de pan" . El atragantamiento, que se produce cuando un trozo de alimento o un cuerpo extraño se quedan atorados en la garganta o en la vía aérea, provoca cerca de 3.000 muertes al año, explica la NewYork-Presbyterian Hospital.

En estos casos, la técnica de primeros auxilios recomendada es La Maniobra de Heimlich (ver técnica), que consiste en una serie de empujones en el abdomen, por debajo del diafragma. Este es el único método recomendado en la actualidad por la Cruz Roja Americana para despejar la vía aérea bloqueada en los adultos. En el caso de niños muy pequeños , una opción sería colocarlos boca abajo en nuestro antebrazo, aplicando con la otra mano unos golpes bruscos entre los omóplatos. Maniobras como deglutir migas de pan es, en muchos casos, contraproducente afirman los especialistas.

Por último, una técnica clásica de primeros auxilios, pero que actualmente los médicos dicen que es inútil e incluso peligrosa es " c hupar el veneno de una mordedura de serpiente" . Estas anticuadas actuaciones "hacen más mal que bien al retrasar el urgente cuidado médico, contaminando la herida y dañando los nervios y los vasos sanguíneos", comenta Robert Barish, un médico de emergencias de la Universidad de Maryland. La víctima no debería sufrir ningún daño y ser transportado al centro médico más cercano, tan pronto como sea posible. Queda claro que no todo lo que se cree es cierto, por eso, lo mejor, siempre es consultar con el médico.

Mariana Nisebe

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Hablar por la herida

¿Cuántas mujeres nacidas en el hospital Digfeer de Mogadiscio (Somalia) en noviembre de 1969 siguen vivas? ¿Y cuántas de ellas tienen voz propia? “La decisión de escribir este libro no me resultó fácil. ¿Por qué iba a mostrar al mundo unas memorias tan íntimas? No quiero que mis argumentos se consideren sacrosantos por el hecho de haber vivido experiencias terribles, algo que además no es del todo cierto. En realidad, mi vida se ha visto marcada por una enorme dosis de buena fortuna.” Habla Ayaan Hirsi Alí, hija de Hirsi, que era hijo de Magan, y éste de Isse, e Isse de Guleid, que a su vez era hijo de Alí... Una familia que salió de Arabia hacia Somalia hace 800 años, cuando comenzó el gran clan de los Darod. Hirsi Alí es una Darod, una Harti, una Macherten, una Osman Mahamud. Es de la rama llamada la Espalda Más Alta. “Eres una Magan. Recuérdalo siempre”, le advertía su abuela, agitando una vara delante de ella mientras la obligaba a memorizar a sus descendientes. “Los apellidos te harán fuerte. Son tu linaje. Si los honras, te mantendrán viva. Si los deshonras, te abandonarán. No serás nada. Llevarás una vida miserable y morirás sola.”

Al nacer

Hace 37 años, Ayaan Hirsi Alí pesó poco más de un kilo y medio. A su madre le pronosticaron: “Este bebé no va a vivir”. Su madre se decía a sí misma: “Este bebé no va a vivir”. Ayaan no iba a vivir cuando enfermó de malaria y neumonía. Ni cuando le extirparon los genitales y creyó morir del dolor, y después de una herida que no cicatrizaba. Estuvo a las puertas de la muerte cuando el maestro que le enseñaba el Corán le fracturó el cráneo. Pero vivió. “Sigo viva, y eso es mucho más de lo que pueden decir los millones y millones de mujeres musulmanas que han tenido que rendirse, que viven encerradas en una jaula llamada Islam.” Anatema. Blasfemia. Impura. Sus palabras le han supuesto una sentencia de muerte. El guión que escribió para la película Submission: Part I le costó la vida al director de cine Theo van Gogh, acribillado a balazos, degollado y su pecho utilizado como tablón de anuncios: el asesino clavó allí una nota para Hirsi Alí, una carta muy concisa, como una fatwa –según los testigos, Van Gogh llegó a esgrimir el sentido común holandés antes de morir ajusticiado: “¿Seguro que esto no podemos hablarlo?”, aseguran que dijo–.

Desde septiembre

De 2006, esta fiera defensora de la libertad vive en la capital de Estados Unidos. “La situación se hizo insoportable en Holanda. De un día para otro me quedé sin empleo –como diputada en el Parlamento holandés–, sin nacionalidad –la ministra de Inmigración Rita Verdonk le retiró su pasaporte tras alegar que había mentido al solicitar el asilo–, sin hogar –sus vecinos pidieron que fuera expulsada de su casa por creer que comprometía su seguridad–, sin futuro; vivía escondida, estaba amenazada de muerte.” Estados Unidos le abrió las puertas. Christopher Demuth, presidente del American Enterprise Institute (AEI), un instituto de estudios de Washington, le ofreció empleo. Desde luego que habrá quien, al saber que Hirsi Alí trabaja en el centro de estudios de carácter conservador, ha sonreído complacido como diciendo: “Ahora se explica todo, ya lo sabíamos: era del equipo de Bush”. En el mundo de lo políticamente correcto que vivimos, Ayaan Hirsi Alí dice verdades que duelen, es una gran crítica de los relativismos culturales que tanto proliferan en Occidente y que, a su juicio, encierran a los seguidores del Islam en su atraso. “Eso es racismo en su acepción más pura. No me asusta la idea de que me tilden de derechista. Cada cual puede tener sus ideas sobre EE.UU., pero yo creo que sigue siendo el líder del mundo libre. No creo estar vendiéndome por pensar, plasmar mis ideas en estudios en EE.UU. En Washington tendré mucho más tiempo para pensar que cuando formaba parte de la política en Holanda e intentaba que el ideario del partido recogiera mi sensibilidad; me propuse que el Islam formara parte del debate político y lo logré. Cuando he defendido la idea de que había que cambiar la situación de las musulmanas de inmediato, la respuesta que he obtenido es la de que hay que tener paciencia. ¿Fue eso lo que dijeron a los mineros del siglo XIX cuando luchaban por los derechos de los trabajadores? Europa parece estar cegada por el llamado multiculturalismo, subyugada al imperativo de ser sensibles y respetuosos con la cultura de los inmigrantes, defendiendo los relativistas morales. ¿Es cultura ser lapidada?”

Hirsi Alí

Estaba condenada a una vida de sometimiento. A Alá. Al clan. A su padre. A los varones de la familia. Su abuela –“una mujer iletrada que vivía en la edad de hierro y que consideraba los sentimientos una necedad autoindulgente”– aterrorizó su infancia: “Una mujer sola es como un pedazo de grasa de oveja a pleno sol. Acudirá cualquier cosa y comerá de esa grasa. Antes de que os deis cuenta, las hormigas y los insectos la habrán invadido hasta que apenas quede una mancha de grasa”. Durante años, esa imagen protagonizó las pesadillas de la pequeña Ayaan. Se crió en Somalia, de donde huyó con su familia para refugiarse en Arabia Saudita, Etiopía y Kenia.

Iba a decirle que me hablara de su infancia... –(Ríe.) Pues tuve una infancia normal, normal para los que eran como yo, claro. Por eso, cuando llegué a Holanda y vi que los pequeños tenían derechos, que los padres leían libros sobre cómo educar y sobre cómo jugar con sus hijos, pues... mi mundo empezó a ser otro, el de una persona libre que no vive atemorizada por la religión ni por la casta ni por su sexo. La razón no existía. Se obedecía y punto. Cuando a los 14 años tuve mi primera menstruación creí que tenía un corte en el vientre y que iba a morir, pero no dije nada. Imaginaba que aquello era algo vergonzoso, no sabía por qué. El día en que mi hermana enseñó a mi madre mi ropa interior manchada de sangre, mi madre lo primero que me gritó fue “sucia prostituta” y empezó a golpearme con el puño cerrado. Mi hermano mayor me tuvo que rescatar y explicar que lo que me estaba sucediendo era algo normal.

“Yo era una mujer somalí y, como tal, mi sexualidad pertenecía al amo de mi familia, mi padre o mis tíos”, escribe en su libro. Así es, además, se encargaron de coserme para garantizar que llegara virgen al matrimonio, entre otras cosas. Esa barrera sólo la podría romper mi marido.

Usted ha sufrido la ablación. ¿Qué edad tenía? Cinco años. Fue a esa edad cuando mi abuela decidió que me sometiera al rito de la purificación, en contra del deseo de mi padre, que no apoyaba esas ideas por considerarlas antiguas y aberrantes. Pero mi padre no estaba. Y en Somalia, al igual que en muchos países de Africa y Medio Oriente, se purifica a las niñas mutilándoles los genitales. Con lo que un buen día mi severa abuela decidió que nuestros kintir, nuestros clítoris, eran muy largos. “Tu clítoris llegará a ser tan largo que se balanceará de un lado para otro”, nos decía a mi hermana y a mí. Yo no entendía nada. Hasta que un día me tocó vivirlo. Recuerdo que un hombre llegó a casa; casi seguro que era un circuncisor tradicional itinerante del clan de los herreros. Primero, mi abuela se encerró con mi hermano y le hicieron algo, no sabía qué, pero había sangre y mi hermano se quejaba, tenía la cara desencajada y la mirada aterrada. Luego me tocó a mí. El hombre tenía unas inmensas tijeras en la mano. Mi abuela y otras mujeres me sujetaban. Aquel hombre puso su mano sobre mi sexo y empezó a pellizcarlo, como mi abuela cuando ordeñaba las cabras. “¡Ahí está el kintir!”, dijo una de las mujeres que ayudaban en el rito. Entonces las tijeras descendieron entre mis piernas y el hombre cortó mis labios interiores y el clítoris. Lo oí perfectamente. Clack. Como cuando se corta en una carnicería un pedazo de carne. El dolor que se experimenta no tiene palabras, me subía por las piernas, no dejaba de aullar, me invadió entera, un dolor imposible de explicar. Pero después de que te han mutilado, después de que notas cómo la sangre te corre por las piernas, me cosieron. Aquel señor tenía una enorme aguja sin punta y con ella remató su faena. No acababa nunca la pesadilla. No recuerdo más de mi propio dolor, pero sí del de mi hermana pequeña; sus chillidos me helaban la sangre. Haweya –quien vivirá una existencia dura y acabará muriendo tras una violación en Nairobi cuando estaba embarazada– luchó tanto, intentó zafarse de tal modo, que al hombre se le escapaba de las manos. Le cortó los muslos y las cicatrices las llevó de por vida.

Hay muchas Ayaan

Muchas Haweya. Miles de niñas mueren durante o después de la ablación, a causa de infecciones. Pero, además de la muerte, esta brutal práctica provoca otras complicaciones que causan inenarrables dolores que pueden llegar a prolongarse durante toda la vida. En Somalia, donde casi todas las niñas están mutiladas, esta práctica se justifica siempre en nombre del Islam. Cuando Hirsi Alí intentó, desde su papel de mujer política en Holanda, abordar temas como la ablación o los crímenes de honor, sus compañeros de entonces –llegó a diputada con los liberales–, le echaban en cara que no respaldara sus argumentos con datos. Y es que no podía hacerlo. Porque no existen. Los funcionarios del Ministerio de Justicia holandés alegaban que no contabilizaban los crímenes de honor porque, al establecer ese criterio, se estaría “estigmatizando a un grupo de la sociedad”.

¿Cuál es la relación que tiene con su cuerpo? Tantos años viviendo en la convicción de que el mundo era “haran” (pecado), tantos años negando su sexualidad... Soy capaz de contemplarme desnuda ante el espejo, fugazmente, pero no es fácil. Disfruto el sexo. Pero tengo muchas amigas que no pueden, por razones físicas, porque el clítoris les fue extirpado, o porque sencillamente son incapaces, siguen prisioneras.

Mujer. Negra.

Musulmana. Mi vida, mi libertad (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, España) es el relato autobiográfico de Ayaan Hirsi Alí, una mujer que ha luchado para dejar de ser esclava de la religión islámica y formarse como persona, llevada casi exclusivamente por su propio ímpetu, en una trayectoria en la que destaca la sinceridad que es la que al final le ha permitido distanciarse tanto del fundamentalismo islámico como de la corrección política europea. Con un estilo directo, claro, transparente, contundente e inteligente, la ex diputada desgrana en su libro la dramática historia de una revolución personal.

¿Por qué abandonó su religión? Sentí que me estaba convirtiendo en una apóstata tras el 11S. Todas las declaraciones que Osama bin Laden y su gente citaron del Corán para justificar los atentados las busqué y estaban allí. Bin Laden citaba verdaderamente las aleyas de nuestro texto sagrado. “¡No es posible!”, pensé. Pero lo era, ¡allí estaban! El rechazo fue algo natural. Más tarde leí un libro, un libro que sabía que no me hacía falta leer porque yo ya había roto con Dios: El manifiesto ateo. Antes de llegar a la cuarta página sabía que había echado a Dios de mi vida. Me había vuelto atea. Lo descubrí estando de vacaciones en Grecia, y como no tenía a nadie a quien decírselo, me miré en el espejo y me dije: “No creo en Dios”. Hablé muy despacio y en somalí. Y me sentí bien, no experimenté ningún dolor, sino una gran claridad. La perspectiva de abrasarme en el infierno desapareció y mi horizonte se hizo muy amplio.

¿No cree que pueda haber un Islam moderado? La gente dice que los valores del Islam son la compasión, la tolerancia y la libertad, y yo observo la realidad, las culturas y los gobiernos, y veo que eso, lisa y llanamente, no es así. En Occidente, muchos aceptan ese tipo de aseveraciones porque han aprendido a valorar las religiones o las culturas de un modo no demasiado crítico por miedo a que los llamen racistas. Lo peor que se le puede llamar a un holandés es racista. Su pasado colonizador, el apartheid en Sudáfrica...

Es la europea

Del año 2006. La revista Time la consideró en 2005 una de las 100 personas más influyentes del mundo. Cuando le comunicaron la noticia, Hirsi Alí corrió a comprar un ejemplar. Pero faltaban semanas para que el número estuviera en los quioscos. El Time que compró hablaba de la pobreza en Africa. En la portada había una mujer joven y delgada con tres niños pequeños. Llevaba una ropa como la que llevaban su abuela y su estricta madre, y en sus ojos se leía la desesperación. Dice la mujer que pesó un kilo y medio al nacer, que aquella imagen la transportó a Somalia, a Kenia, a la pobreza, a la enfermedad y al miedo.“¿Por qué no estoy en Kenia en un campo de refugiados agachada ante un hornillo de carbón cocinando? –pensó entonces– ¿Por qué me convertí en parlamentaria holandesa? He tenido suerte. Soy afortunada. No muchas mujeres son afortunadas en los lugares de donde vengo. Estoy en deuda con todas ellas de alguna manera.

¿De qué manera? Necesito encontrar a las mujeres que permanecen atrapadas en la jaula mental del Islam, en la estructura de la irracionalidad y la superstición, y convencerlas de que tomen en sus manos las riendas de sus vidas. En los últimos 50 años, el mundo musulmán se ha visto catapultado a la modernidad. Entre mi abuela y yo media un lapso de tan sólo dos generaciones, pero en realidad el salto es milenario. Hoy, cuando se cruza la frontera con Somalia, se retrocede en el tiempo cientos de años. Y no creo que hagan falta 600 años de reforma para que los musulmanes cambien el concepto de igualdad y derechos individuales.

Yolanda Monge / Las12

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