martes, 26 de febrero de 2008

La nueva resistencia francesa: ocultar a niños inmigrantes

Cuando la policía llegó para deportar a Samira Babaïan y a sus dos hijos, Alek, de diez años, se escondió bajo la cama.
Desde aquella mañana de abril, Alek se acostumbró a esconderse: los padres y maestros de su escuela de Lyon se han turnado para ocultarlos a él y a su hermano David, de siete años, inmigrantes ilegales de Azerbaiján, para que permanezcan en el país y asistan a la escuela.

"¿Quién hubiera imaginado que en Francia en el año 2006 tendríamos que esconder niños para que no los encuentre la policía?", dijo Christine Pitiot, madre de dos niños, mientras esperaba a los Babaïan en la puerta de la escuela para llevarlos a la "casa segura" que les tocaba ese día.

Esconder a escolares de la policía es el capítulo más reciente del tumultuoso debate por la inmigración en Francia, después de los fatales incendios provocados en las casas tomadas de inmigrantes durante el verano (boreal), los incendios de autos en los tumultos callejeros de los suburbios en noviembre pasado y los enfrentamientos entre jóvenes inmigrantes y la policía registrados en las calles de París durante la primavera (boreal).

Después de noviembre, el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que espera presentarse como candidato en las elecciones presidenciales del año próximo, juró que acabaría con la inmigración ilegal y deportaría a 25.000 personas este año, comparadas con las 20.000 de 2005 y las 10.000 expulsadas en 2002.

Incluso, Sarkozy ofreció la semana pasada pagar a los inmigrantes ilegales para que se fueran. Dio órdenes a la policía francesa de ofrecer a los inmigrantes ilegales 3500 euros por pareja y 1000 euros por hijo. Pero aparentemente el dinero no induce a cambiar de idea a los inmigrantes ni a los amigos que los ayudan a evadir la deportación.

Hoy, por lo menos cinco niños, incluyendo a los Babaïan, son escondidos por maestros, padres, sacerdotes y vecinos en todo el país, según informó la Red Educación Sin Fronteras (RESF), una organización que trabaja con los inmigrantes ilegales. Ese número podía aumentar considerablemente después del 4 de julio, cuando termina el año escolar.

Ocurre que durante el año escolar se produce un congelamiento informal de la expulsión de familias con niños que asisten a la escuela.

Sarkozy anunció ese congelamiento en octubre pasado, después de que el caso de dos hermanos congoleses escondidos llegara a los titulares de los periódicos de todo el país. Pero, tal como lo ilustra el caso de los Babaïan, el congelamiento no se aplicó de manera generalizada.

Según el gobierno, en Francia hay entre 200.000 y 400.000 inmigrantes ilegales. A unas 70.000 personas se les ha formulado formalmente la exigencia de que abandonen el país. Según estima RESF, unos 50.000 niños podrían ser expulsados.

Aparentemente, la dramática situación de cada niño es lo que ha motivado el apoyo generalizado. Muchos de los que se arriesgan a ser castigados con una multa de 30.000 euros o cinco años de prisión no son activistas políticos, sino madres, maestros y vecinos que se reúnen en el living de casas de clase media.

En la ciudad occidental de Brest, por ejemplo, Patimat, una niña de 6 años de Dagestán, ha sido escondida durante semanas por familias locales, incluyendo a esposas de militares franceses. Entre los que firmaron una petición que pedía residencia para ella y su madre se contaban algunos miembros del partido de centroderecha gobernante al que pertenece el propio Sarkozy.

En Croix-Rousse, un barrio céntrico de Lyon, maestros y padres se disponen a ayudar a otras 27 familias de inmigrantes ilegales, que incluyen a unos 63 niños.

La semana pasada, en París, la municipalidad del distrito cuarto organizó un acto en apoyo de dos niñas moldavas que se enfrentan a la expulsión. Varias escuelas de la capital francesa están en alerta, con maestros y padres preparados para esconder a estudiantes si la expulsión se vuelve inminente.

Una mañana reciente, padres, niños y maestros se reunieron en las puertas de una escuela primaria del distrito décimo, golpeando cacerolas y agitando globos para apoyar a varios niños de inmigrantes ilegales amenazados por la expulsión.

Peso simbólico

En varias ciudades, incluyendo París y Lyon, los alcaldes del partido socialista opositor han organizado ceremonias en las que algunos padres se convierten en "patronos republicanos" de los niños inmigrantes, con la promesa de protegerlos. La tradición de patrocinio republicano, establecida durante la Revolución Francesa como alternativa secular al padrino y la madrina católicos, no tiene peso legal, pero sí gran peso simbólico.

Esconder niños también ha despertado memorias poco gratas de la Segunda Guerra Mundial. Muchas escuelas francesas tienen placas que recuerdan la deportación de niños judíos durante el colaboracionismo francés con los nazis.

"¿Cómo no establecer esa analogía?", dijo Cecile Lacoin, profesora de alemán y madre de tres niños, que escondió a David Babaïan.

"Por supuesto que ninguno de estos niños será enviado a un campo de concentración, pero sus vidas corren peligro de ser destruidas -agregó-. ¿Acaso porque tuvimos la suerte de haber nacido en Francia tenemos derecho a cerrarles la puerta a los menos afortunados?"

Katrin Bennhold
Del International Herald Tribune

Copyright S. A. LA NACION 2006. Todos los derechos reservados

No hay comentarios: