martes, 26 de febrero de 2008

Los británicos, de la obsesión por el estatus a la moda de la vulgaridad

Recientes encuestas han confirmado lo que todo súbdito de Su Majestad aprende desde la cuna: los británicos son una raza obsesionada por las distinciones de clase social. Reconocer de inmediato en qué nivel se encuentra cada uno (ya sea por el acento, los gestos o la vestimenta) constituye hoy una preocupación diaria tanto como lo era durante la más estratificada época victoriana de Los de arriba y los de abajo .
Pero algo ha cambiado profundamente desde esa era tan bien descripta por aquella serie de culto de los años 70: antes de la Segunda Guerra Mundial, lo normal era pretender pertenecer a una clase social más alta de la real; ahora, la polaridad se ha invertido: lo "chic" es hacerse pasar por integrante de la clase más baja y hasta hacer ostentación de la vulgaridad.

De acuerdo con estudios realizados por las consultoras YouGov y Experia para el semanario The Economist y la firma financiera Liverpool Victoria, respectivamente, cerca de un 70% de los británicos comprendidos en la clase sociológica ABC (buenos ingresos y nivel educativo) proclaman ser miembros de la "clase obrera".

La aseveración es sorprendente porque viene de un país donde las grandes fábricas manufactureras (como las automovilísticas) han cerrado sus puertas y el número de trabajadores rurales y de la industria pesada (categorizados como "C2" y "Ds" en términos sociológicos) ha caído drásticamente desde 1949. La mayoría de la gente, lejos de calzarse todos los días un engrasado mameluco, viste aquí camisa blanca y trabaja sentada detrás de un escritorio.

Los británicos cuentan con un producto bruto interno promedio de 28.000 dólares anuales per cápita, a lo que agregan deudas por créditos personales de 25.000 dólares. Experia descubrió, además, que uno de cada diez de los autodenominados "proletarios" tienen a su disposición ingresos de hasta 190.000 dólares al año.

En cuanto a las perspectivas de movilidad social, un 48% de aquellos de más de 30 años se mostró confiado en poder superar la cifra de ingresos de sus padres, pero sólo un 28% se vio a sí mismo ascendiendo en la escalera social. Más de dos tercios de los encuestados aseveró sin titubeos que tanto ellos como sus hijos jamás abandonarán la clase social en la cual han nacido.

Este peculiar divorcio de la riqueza y la noción de pertenencia a la clase alta viene acompañado por la aparición de un nuevo grupo social: los chavs . Se trata de gente con buen poder adquisitivo (ricos o de ingresos agrandados con tarjetas de crédito), de educación media (algunos incluso universitaria), pero que actúan y hablan como si hubieran nacido en el seno de una familia sin techo.

La palabra " chav " originalmente hacía alusión a las iniciales de la frase " council housed and violent " (hospedado en viviendas del Estado y violento), que definía el estatus y la actitud de bandas de desempleados que todavía se ven en los barrios marginales. Ahora el término describe a aquellos que los emulan.

Joyas y celulares

El estereotipo del chav viste y calza ropa deportiva de marca (o falsificadas), especialmente la gorra de béisbol en diseño escocés beige de Burberry (que la tradicional tienda inglesa ha retirado ahora de su colección), enormes joyas de oro de nueve quilates y tiene siempre a mano el último modelo de celular y de iPod. Las mujeres arreglan su cabello en una cola tirante (apodada el "lifting facial de los pobres") y lucen un oscuro bronceado obtenido durante vacaciones en Benidorm, Marbella o Ibiza, y conservado durante el invierno con maquillaje o lámparas infrarrojas.

Los lugares por excelencia de los chavs son los shoppings, donde dan rienda suelta al consumismo, y las discotecas, escenario de sus binges , expediciones de pequeño vandalismo, abuso de alcohol y de drogas de uso "recreativo".

Sus ídolos son celebridades de corta duración surgidas de programas como Big Brother , el futbolista David Beckham y su esposa "Posh". La ex Spice Girl forma parte, en realidad, de una subcategoría de chav s conocida como wags ( wives and girlfriends ), es decir, esposas y novias de los futbolistas del seleccionado inglés de fútbol. Este grupo de adineradas mujeres con eternas gafas oscuras, obsesionadas con la delgadez y aparentemente incapaces de mantener una conversación que no sea banal, ya inspiró a un programa de televisión, Footballers Wives.

La preeminencia de la clase culturalmente baja en la imaginación de los británicos es particularmente notable en la nobleza, ya sea entre las damiselas que beben groseramente champagne del pico de la botella durante las carreras de Ascot, como entre miembros de la realeza, del tipo del príncipe Harry, que no duda en dejarse fotografiar tocándole ostentosamente el seno a su novia o intercambiando fuertes insultos con la prensa.

La proletarización cultural de la sociedad británica ha provocado también cambios sustanciales en sectores como la construcción y la decoración. Por ejemplo, como los chavs suelen comer sentados en un sofá o directamente en el suelo -con la mirada siempre fija en el televisor-, son pocas las mueblerías que hoy ofrecen la clásica mesa familiar con cuatro sillas.

El dining room (comedor) prácticamente ha desaparecido de los planos de los arquitectos para ser reemplazado, en el mejor de los casos, por una gran cocina, no muy distinta de aquella que en las vastas casas aristocráticas de fines del siglo XIX solía ser el "centro de la colmena" y eje de actividades de mayordomos, mucamas y otros más humildes sirvientes.

Graciela Iglesias

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