miércoles, 27 de febrero de 2008

Cómo la tecnología mejoró el bienestar de los no videntes

Jorge Tomaíno logró, en 2003, enviar su primer correo electrónico a sus hijos, que nunca antes habían leído algo escrito por él. Jorge Tomaíno es ciego.

Que los avances tecnológicos revolucionaron la vida de muchos no es novedad alguna. Pero pocos conocen en qué medida los productos informáticos mejoraron el bienestar de las personas no videntes.

"Nuestra calidad de vida cambió radicalmente. La tecnología nos da posibilidades que antes nos estaban totalmente vedadas", resume Jorge, que preside la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y Ambliopes (Faica).

Lectores de pantalla, celulares que verbalizan sus funciones, impresoras de braille y programas que, mediante la utilización de un escáner, reproducen textos en forma de audio son algunos de los productos que ya existen en el mercado. Y algunos de ellos ya fueron instalados en bibliotecas públicas, universidades, fundaciones y hasta en cibercafés.

En la Argentina, la consultora Tiflo- Tecnológica Battipede y Asociados se dedica, desde 1994, a la importación y venta de herramientas tecnológicas para discapacitados visuales.

"Lo último que llegó al país es un software mobile speak , que hace que un teléfono verbalice todas sus funciones", explicó a LA NACION Rubén Battipede, titular de la consultora.

"Lo interesante es que estos productos son compatibles con una plataforma estándar de equipos. Los programas se instalan en las computadoras y en los teléfonos que todos conocemos. Y eso permite capacitar a las personas no videntes para que puedan trabajar en cualquier lado", agregó.

Estas herramientas brindan a las personas ciegas la posibilidad de hacer cosas que antes no podían o que daban mucho trabajo. Y quienes han tenido acceso a ellas aseguran que su autonomía, en ciertas materias, dio un giro de 180 grados.

"Cuando yo era estudiante me valía del apoyo de voluntarios que me leían en sus casas los textos o bien de las grabaciones de algunas clases", recordó a LA NACION Carlos Prada (58), que perdió la vista cuando tenía cinco años y es licenciado en sociología y en psicología, recibido en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Hoy, Carlos es profesor en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), y sus alumnos no videntes no dependen de terceros para poder estudiar: "Tengo un blog [diario o bitácora personal en Internet] al que subo todos los textos que recomiendo en mis clases para que cualquiera, con un lector de pantalla, los pueda consultar", explicó.

El acceso a la lectura también fue revolucionario. Menos del 10 % de los libros que existen en el mundo han sido traducidos al braille. "Pero ahora, con un escáner de por medio, hay programas que pueden traducir cualquier libro al braille e imprimirlo o archivarlo en una PC para luego acceder a él mediante una lectura auditiva", explicó a LA NACION Fernando Galgarraga (35), director de la Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC).

Costos inaccesibles

La informática para ciegos arrancó con fuerza en los años 90, y casi todos los productos son europeos o norteamericanos. En la Argentina hay unas 200.000 personas no videntes o disminuidas visuales. Pero pocas han tenido acceso a aquellas herramientas.

"Todos estos programas y equipos son muy costosos. A veces, es más caro el programa que la computadora, y muchos ven pasar el cambio a su lado...", sostuvo Galgarraga.

Según informó Battipede, la instalación del software mobile speak cuesta 140 dólares; un lector de pantalla ronda los 900 dólares y un software para que un libro escaneado sea convertido en texto auditivo, US$ 700.

Por eso las instituciones que representan a los no videntes reclaman que las obras sociales cubran estos productos, que consideran tan elementales como "una silla de ruedas o una prótesis".

Adriana M. Riva

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