martes, 26 de febrero de 2008

Elizabeth Vernaci: mujer de radio

"Umm. me cuesta hablar de mí. Qué querés que te diga", defiende el área como un buen jugador en su cancha, un jueves a las 9 AM, en uno de los pasillos de la Rock&Pop. Ese día, La Negra, como le dicen a Elizabeth­ Vernaci, tenía una sesión de terapia. El encuentro debió postergarse. A pesar de los pronósticos, porque a Elizabeth no le gustan las entrevistas ni las fotos, la segunda cita no se hizo esperar. En la misma posición defensiva, volvió a armar el juego, sólo que esta vez eligió el bar El Clásico, en pleno corazón de Las Cañitas. Las razones de la elección no escondían ningún misterio. Al contrario, exponían la jugada de Vernaci en el manejo del terreno: cerca de casa (fácil de escapar) y en un ambiente que remite a los viejos bares de esquina de los barrios, los mismos que recorrió en su adolescencia por Flores y Floresta.

Unos quesos cortados en cubos y un trago mezclado con agua tónica y un toque de naranja acompañan el encuentro. Eso sí, antes de dar un sorbo, Elizabeth pone a prueba al mozo con un "seguro que yo lo hago mucho más rico". El muchacho se inquieta y, sin saber muy bien qué responder, ataja el penal con un tímido "no sé, yo no lo preparé". La tensión afloja, Vernaci aprueba: "Está perfecto". Y suelta enseguida: "Qué raro que yo diga eso, porque para mí nada está perfecto si no lo hago yo".

Busca el celular, llama a su casa y da detalles para las pastas que preparará luego de la entrevista. "Tengo que preparar la salsa", aclara.

-¿Te das maña en la cocina? -No sé, me encanta cocinar, y cuando cocino me gusta acompañarme de un buen vinito. No siempre puedo tomarme tiempo para cocinar, pero cuando se trata de una salsa, de una comida bien tana, quiero hacerme el tiempo.

-Un bien familiar. -Es una de las cosas que heredé de mi casa. Esto de la comida viene más de mi papá. Los martes él va a buscar a mi hijo [Vicente, de 3 años] al colegio y cocinan juntos. Hacen panes caseros, mayonesa. Vicente se pone el delantal y espera las indicaciones del nono. Y bueno, la cocina tiene todo eso, ese contacto con la familia, ese tocar. Me parece que estar metido en la cocina nos hace bien a los que comemos y a los que cocinan. Para Vicente es diversión, relación. La cocina une bastante.

-¿Tu familia era de las que se sentaban los domingos para la gran comilona? -No, la mía era una familia de mierda. Siempre había peleas alrededor de la mesa. Los domingos salía con mi papá y las comidas las hacíamos en la casa de mi abuela, que cocinaba como los dioses. Pero no, no éramos ese tipo de familia. Los sábados comíamos puchero y no existía esa ceremonia relacionada con la comida.

Elizabeth pasó buena parte de su infancia y adolescencia en Floresta, cerca del parque Avellaneda. "¡Ah! Tengo ganas de llevar a Vicente al trencito, que volvió a funcionar", dice La Negra en referencia al mítico tren que recuperaron en el parque. "El Avellaneda fue una parte importante de mi vida -reconoce-. Me la pasaba ahí con mi hermano [mayor que ella]. Con las bicis nos enganchábamos atrás del tren y el tipo que cuidaba se volvía loco. En verano íbamos a la pileta y hacíamos alguna que otra cosa en el club."

-No hay dudas de que es hora de que lo lleves a Vicente. -Y sí, a los pibes les gusta que le cuentes tus historias, que les muestres tus juguetes, que les digas por dónde estuviste. A veces me da cierta cosa que mi hijo no tenga eso.

-¿A qué te referís? -Siempre le digo: "Vos sos como un bon vivant, nene, vivís bárbaro". Pero esas cosas, como pasarla en el parque, en la calle, lamentablemente no las va a tener, porque hoy es ridículo que lo mandes a la calle a jugar. ¿A qué lo mandás?, ¿a que lo asalten? Si hago eso no sería una buena madre. Pero sigo creyendo que la gente que se cría jugando en la calle tiene otros códigos, una especie de plus. Se saben cuidar, relacionarse; me parece que a la calle es importante curtirla.

-Vos la curtiste bastante en tu infancia y en tu adolescencia. -Sí, me movía mucho por la calle. Primero por Floresta y ya en el secundario por Flores. Fui al Urquiza.

No bien termina de decirlo deja escapar una de sus típicas carcajadas. "Nada de alumna ejemplar, Vernaci -continúa entre risas-. Si me preguntás qué me quedó de aquellos años puedo decirte que sé todo lo referente al arte de ratearse y pasar el día afuera. Qué le voy a hacer. Fui al Urquiza, y si tiene esa fama (no muy buena, por cierto) es porque la tiene que tener."

Voces

El tiempo quiso que Elizabeth, la misma que al mirar el Planetario imaginaba un micrófono gigante, se transformara en una de las referentes de la radio argentina. "El primer recuerdo que tengo de un programa radial es el de escuchar Teatro Palmolive en el aire en una radio antigua -cuenta y describe con entusiasmo-. Tenía cuatro años, no más, y el sonido del gong que anunciaba el comienzo del ciclo lo tengo muy presente."

Poco a poco, las voces de Betty Elizalde, Nora Perlé, Nucha Amegual, Maysabé y Graciela Mancuso fueron imitadas y amadas por la pequeña Elizabeth. A cambio de soltarse el pelo y cepillárselo, papá Vernaci le regaló una radio portátil.

"Toda mi vida, desde los 8 años, mi viejo me regaló radios. Con mi hermano se la pasaba hablando de autos, y yo no tenía mucho lugar donde meterme, y tampoco tenía acceso directo a la radio. A la mañana escuchaba a Larrea con mi abuela o los programas que los grandes sintonizaban -explica con detalle-. Fue así como, con mi papá, llegamos a un acuerdo. Yo me soltaba el pelo, que siempre llevaba recogido y medio desprolijo, y él me dejaba escuchar la radio. Cuando mi viejo se dio cuenta de lo mucho que me gustaba, me empezó a regalar radios portátiles."

-¿Todavía las tenés? -No, desarmé varias.

-¿Te preocupaba saber de dónde venía la voz? -No, al contrario: me fascinaba esa cosa mágica. De hecho, cuando empecé a trabajar en radio y comencé a conocer las caras de los que escuchaba, dejé de ser oyente por un tiempo. A mí siempre me gustó esa cosa imaginaria, esa sensación de que esa voz sólo le hablaba a uno.

"Se dice tanto de mí, pero no me importa -aclara acerca de los amores y odios que despierta por igual-. Soy así, qué sé yo, guarra, una mina de barrio. No soy intelectual ni culta. A mí me encanta hacer reír a la gente. Me gusta recibir esos mensajes que dicen Negra, tengo un día de mierda y vos me ponés bien. Qué bueno que yo pueda poner bien a alguien, aunque sea con una guarangada. Y no creo que eso me descalifique como profesional. No es fácil hacer reír. No es fácil que alguien sonría en un momento difícil, y si lo consigo, bienvenido sea."

-En los pasillos de la radio se comentó que la maternidad te cambió y los medios, en general, se hicieron eco de estos rumores. -Y sí, la maternidad te cambia, a quién no. Lo que sí, se sumó otro público, o quizá recién se animaron a decir que me escuchaban. Sé que mi programa, el de la tarde (ahora tiene dos ciclos, ver aparte) no lo pueden escuchar en un shopping. Imaginate, uno no puede entrar a comprarse ropa y escucharme a mí, que estoy zarpándome a los gritos. No lo puedo evitar, soy así, una mal hablada.

-No hay duda de que la maternidad te cambió. Con tu estilo desenfadado, empezaste a preocuparte en el aire por temas tales como el destete o cómo enfrentar los primeros días del jardín. -Muchas mamás me llamaban para decirme "a mi hijo le pasa lo mismo". Soy así, una madraza, una especie de Rampolla de los bebés.

-La elección de tener un programa a la mañana, Radio portátil, y de mantener el clásico de la tarde, ¿tiene que ver con este cambio? -A los 40 y tantos, ya no puedo seguir hablando y tener la vida de una rockera de 20. Tengo que seguir adelante, conectándome con otra gente.

Cuando pincha el último cuadradito de queso, su celular comienza a sonar. En casa le avisan que está todo listo, que falta la salsa. Me mira como quien necesita escapar. Preparar una buena salsa no se le niega a nadie. Vuelve a reír.

-¿La fama que te hiciste de personaje difícil y de pocas pulgas es un escudo? -No, soy una mina jodida. En serio, ciclotímica y jodida.

Toma el bolso y sale desesperada rumbo a la cocina de su casa.

Fabiana Scherer

Perfil personal

Nació en Buenos Aires, en la década del 60. Creció en Floresta.

Al terminar el secundario se presentó en el ISER, pero fue rechazada porque su voz era "infantil". Estudió en el Cosal y se recibió a los 20.

Con Lalo Mir hizo su debut en FM Del Plata en los 80. A mediados de esa década se convirtió en una de las principales voces de la Rock & Pop gracias a su estilo irreverente.

En 1997, condujo junto a Claudia Fontán Infómanas, el programa que comenzó en la TV por cable y pasó a Telefé. Hoy conduce dos ciclos por la Rock & Pop: Radio portátil, a las 6.30, y Tarde negra, a las 17.

Tiene un hijo, Vicente, con el productor televisivo Martín Bonavetti; está en pareja con el actor Luciano Castro.


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