miércoles, 27 de febrero de 2008

"Sin Judas no hubiera habido cristianismo", dice el filósofo Leloup

Exégetas y universitarios lo consideran uno de los pensadores más originales de nuestra época. El francés Jean-Yves Leloup, filósofo ortodoxo, historiador y psicoterapeuta, ha dedicado los últimos 30 años de su vida a estudiar y escribir sobre los orígenes del cristianismo.
"Sin Judas no hubiera habido cristianismo", dice este profesor universitario que ejerció su profesión en Europa, Estados Unidos y América del Sur. Leloup es políglota, capaz de leer el griego antiguo, el latín y el copto, esa lengua utilizada por los egipcios de los primeros siglos de nuestra era. Ha publicado más de 30 libros y es uno de los grandes especialistas de los llamados evangelios apócrifos.

Esos textos, que integran los Manuscritos del Mar Muerto, fueron hallados en 1947, ocultos en vasijas selladas y enterradas en el siglo IV en unas grutas de la localidad egipcia de Nag Hammadi.

Según Leloup, la sexualidad es una dimensión olvidada del cristianismo, una religión que en sus orígenes habría considerado la posibilidad de que la imagen de Dios fuera la de la relación entre el hombre y la mujer, explica.

De regreso de China y antes de viajar a Brasil, donde se desempeña actualmente como profesor invitado de la Universidad de San Pablo, Jean-Yves Leloup recibió a LA NACION en París.

-¿A qué se llama exactamente evangelios apócrifos? -La palabra apo etimológicamente quiere decir "debajo", debajo de las Escrituras. Los evangelios apócrifos fueron considerados sagrados y también secretos (ambas palabras tienen el mismo origen), y nos revelan aspectos olvidados u ocultados del cristianismo.

-¿Por qué ocultados o rechazados? ¿Y por quién? -Son el inconsciente, lo reprimido del cristianismo: la mujer, la sexualidad, María Magdalena, Judas... También son considerados por muchos una herejía, no conformes a la doctrina oficial de la Iglesia. Yo diría más bien que son considerados inútiles para la institución.

-¿Cómo se sitúan esos textos desde un punto de vista cronológico respecto de los cuatro evangelios canónicos o sinópticos, oficializados por la Iglesia desde el siglo II? -El Evangelio de Tomás -que yo traduje del copto- es anterior a todos. Es una compilación de palabras de Jesús. Es considerado por la mayoría de los exégetas una especie de protoevangelio, que aún no había sido puesto en escena en una historia. El Evangelio de María (de Myriam de Magdala o María Magdalena) es del siglo II. Es verdad que hay otros evangelios posteriores, hasta del siglo IV.

-Se dice que los evangelios apócrifos responden a una corriente llamada gnosticismo, contrariamente a los cuatro canónicos -En realidad no es así. Hay diferentes formas de gnosis. En griego, gnôsis quiere decir "conocimiento". Los evangelios canónicos están atravesados por esas diferentes corrientes, pero acuerdan una preferencia a las dimensiones históricas, a la historia de Cristo. Sin embargo, las parábolas son gnósticas: invitan a un itinerario del alma. Es por ello que yo no opongo evangelios canónicos y apócrifos. Tampoco opongo consciente e inconsciente. Si el cristianismo quiere ser adulto debe asumir su dimensión histórica, pero también su dimensión inconsciente. Todo eso que fue reprimido, olvidado, y que sigue trabajando. El éxito actual del Evangelio de Judas o de El Código Da Vinci , de Dan Brown, muestra que existe esa parte reprimida del cristianismo, que necesita expresarse, en forma aberrante, a veces, pero que hay que tener en cuenta. La historia objetiva no existe, se trata siempre de una interpretación. En realidad, es imposible saber...

-Porque Jesús nunca escribió nada -Así es. Todos esos textos canónicos o apócrifos son interpretaciones de algo que contaron aquellos que conocieron a Jesús. Son sólo percepciones, puntos de vista de la realidad.

-¿Podríamos decir que esas interpretaciones revelan el contexto cultural en el cual fueron escritas? -Esa es una cuestión interesante, porque el cristianismo es el encuentro de diferentes corrientes: de la corriente semita, de tradición judía, pero también de la corriente griega -porque esos textos fueron traducidos al griego- y de la corriente egipcia, porque los textos que redescubrimos en Nag Hammadi son en copto. Es decir que no sólo está la oposición Atenas-Jerusalén, el mundo griego y el mundo semita: también hay una suerte de mundo intermedio entre los dos, que es el egipcio.

-¿Quién era Judas? -Hay varios Judas. Está el Judas representado en el Evangelio de Judas. Allí tiene una función importante, porque ayuda, en cierta manera, a Jesús a deshacerse de su cuerpo mortal.

-En ese texto se lo presenta como un iniciado, escogido por Jesús para ayudarlo a cumplir su misión. Judas, en vez de ser un traidor, tiene una función positiva. -Ese texto responde a una antropología dualista en la cual el mundo de la materia, del cuerpo, es considerado negativo. Es por ello que ese evangelio, a pesar de toda la publicidad que se ha hecho en torno de él, no es muy interesante.

-Pero ése no es el Judas de los evangelios canónicos. -Atención: en los evangelios canónicos, particularmente en el de San Juan, Judas también tiene un papel muy importante. La palabra "traidor" quiere también decir "el que transmite". Es el que revela a Cristo Yo diría que sin Judas no habría cristianismo. Gracias a Judas, Jesús revela el amor infinito que lo habita. En el Evangelio de San Juan, Jesús utiliza palabras muy importantes con Judas: etairé , "mi amigo", un título que no da a ninguno de los otros discípulos.

-"Lo que tienes que hacer, hazlo rápido", le dice Jesús en la última cena. -Es decir que Judas tiene una misión que cumplir. A través de lo que es considerado una traición podrá revelarse la naturaleza divina de Jesús. Pero además, a través de Judas toda la función del mal nos es revelada. Lo importante es que el mal también participa de la revelación del bien, el mal tiene una función. Allí, Judas es el arquetipo de la sombra, que es necesario integrar. Yo considero a Judas un arquetipo, como también lo es María Magdalena. En ese sentido, Judas es particularmente interesante, pues nos está preguntando qué hacer con nuestra parte de tinieblas. Desde un punto de vista psicológico, antes de ser un traidor, Judas fue un hombre traicionado.

-¿Por qué? -Judas pertenecía a la secta de los zelotes, que quería hacer de Jesús un mesías histórico, alguien que iba a tomar el poder y echar al ocupante romano. Pero a medida que pasó el tiempo esas expectativas se vieron frustradas: Jesús no tomó el poder, tampoco se reveló como un mesías glorioso y todopoderoso, sino como un mesías diferente. Judas se sintió decepcionado. Y todo hombre decepcionado es un hombre peligroso. Su expectativa era infinita y fue decepcionado infinitamente. Un hombre traicionado se convierte en traidor. Esa sería una primera lectura, perfectamente plausible.

-¿Y desde un punto de vista teológico? -Esa es la interpretación más interesante. Diría que era necesario que las Escrituras se cumplieran. Esas escrituras no son sólo las Escrituras sagradas, sino también el código genético. Es decir, ¿por qué existe el mal en nosotros? La parte de sombra debe cumplirse y la sombra es parte de la revelación de la luz. Eso es lo que revela el mito de Judas. En cierto modo, en la historia del cristianismo hemos reprimido esa dimensión de las tinieblas. Un camino hacia la luz que ignora la sombra corre el riesgo de transformarse en un camino ilusorio.

-¿Pero no cree usted que las iglesias cristianas tienen constantemente presente la dimensión del mal y de las tinieblas? -Sí, pero los han colocado fuera del hombre, como si fueran algo malo y demoníaco, en vez de uno de sus elementos constitutivos. En vez de trabajar sobre nuestros demonios interiores se los puso en el exterior. También se ha puesto a Dios en el exterior. Ese es el desafío del cristianismo contemporáneo. El hombre-Dios, la integración de lo humano y lo divino que proyectamos en el Cristo exterior deberíamos encontrarla en nuestro Cristo interior. Lo mismo sucede con el demonio que proyectamos hacia afuera, como amenaza exterior, cuando en realidad está en nosotros. Mientras no hallemos esos demonios en nosotros mismos los proyectaremos en los demás. La identificación de Judas como el judío perverso, traidor, sirvió a la peor parte del cristianismo: justificó pogromos e inquisiciones. Todo un pueblo terminó siendo estigmatizado.

-Esa dimensión arquetípica de los personajes bíblicos es inusual. Para la mayoría, Judas fue sólo un hombre de carne y hueso... -Sin embargo, los personajes bíblicos no son sólo históricos: también son imágenes interiores y universales del hombre. Judas es un personaje histórico, pero también es el arquetipo del traidor y del hombre decepcionado. También existe en Judas otro aspecto del arquetipo: el del suicida.

-¿Quién escribió el Evangelio de Judas? -Fue redactado por miembros de una secta llamada los "barbeló-gnósticos", que decían descender de Caín. Para ellos, el mundo de la materia, el mundo en el cual vivimos, no está hecho por nuestro Dios: es la obra de un malvado demiurgo, porque la creación es funesta. No es posible que exista un Dios que permita las catástrofes, el sufrimiento, la maldad, lo absurdo. Para ellos existía otro Dios: el Halógeno. Judas era su hijo. En esa visión, nuestro mundo de la materia, del cuerpo, de la sexualidad, es un mundo malvado, malo. Hay que deshacerse de él lo más rápidamente posible. En esa visión cainita, Judas era un iniciado y colaboró con Jesús para hacer comprender que morir, dejar el cuerpo, la destrucción del mundo -ya sea por un tsunami o por una bomba atómica- eran cosas que estaban muy bien. El único mundo que contaba era el mundo de la luz, el mundo de las ideas, de las imágenes. En esa búsqueda de deshacerse de la materia, los "barbeló-gnósticos" trataban de agotar el cuerpo por todos los medios: ya sea con una sexualidad desenfrenada, sin fecundidad, o bien mediante un ascetismo absoluto, que también llevaba a rechazar la fecundidad. El objetivo era terminar con el mundo material.

-El Evangelio de Felipe afirma que María Magdalena era la compañera de Jesús y que era la más importante entre sus discípulos. ¿Qué se quiere decir con esto? -Revela todo el sitio reservado a lo femenino, que ha sido negado a través de los siglos. Ver una mujer junto a Jesús es importante.

-¿María Magdalena era una prostituta? -En ningún evangelio se habla de ella como de una prostituta. Esa es una invención del siglo XIX y de los siglos precedentes. En los textos es considerada pecadora, una mujer fuera de la ley.

-¿Por qué los doctores de la ley la consideraban pecadora? -Porque estudiaba. Estudiaba la Torá en una época en la cual las mujeres no tenían derecho al estudio. Myriam de Magdala es realmente la encarnación de la gnosis femenina, de la sabiduría. Como Judas, Myriam es el arquetipo de lo femenino en todas sus dimensiones. Es a la vez la mujer más carnal y la más espiritual. Y ésa es una revelación importante: el acceso a la mística, a la vida espiritual, no impide la sexualidad. Es todo el sentido de la encarnación. La sexualidad es algo puro y, sobre todo, un sitio de conocimiento. En el sentido bíblico, cuando se habla de "conocimiento", cuando se dice que Adán "conoció" a Eva, uno se refiere, justamente, al acto carnal. Hoy es muy difícil hablar de ello porque no se sabe lo que es la sexualidad transfigurada: se confunde sexualidad con genitalidad. Cuando se dice que Jesús tenía una relación íntima con María Magdalena se interpreta una relación de tipo genital, mientras que, en ese texto, no era sólo carnal, sino afectiva, emocional y, sobre todo, una relación espiritual. El Evangelio de Felipe revela que un aspecto olvidado de la dimensión del cristianismo es la sexualidad, que ha sido apartada, demonizada. Revela que la sexualidad también puede ser un sitio de sabiduría y de contemplación, que la intimidad del hombre y de la mujer es un sitio de revelación. Esto es judío. En el libro del Génesis se dice: "Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza; los creó hombre y mujer". Es decir que la imagen de Dios no es sólo el hombre, no es sólo la mujer: es la relación entre ambos.

Luisa Corradini

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