martes, 6 de marzo de 2007

Jóvenes voluntarios que hacen realidad el sueño de un techo mejor

Hasta que no los vi llegar el sábado con las herramientas, no creía que fuera cierto... Los vi entrar a mi casa y ahí me di cuenta de que era verdad."

Las palabras de Zulma Orejón dan cuenta de una larga serie de desilusiones y también de años y años de acumular ganas de que creciera su casa. Vive en la villa Puerta 8, en la localidad bonaerense de Martín Coronado, con su marido y sus seis hijos. La organización Un Techo para mi País Argentina hizo que su sueño se hiciera realidad en una casita de madera donde hoy juegan sus nenas.

La entidad nació en un grupo de jóvenes en 1997 en Chile, donde ya se construyeron 25.000 casas. En 2003, la idea cruzó las fronteras y llegó a Córdoba. Hace unos pocos meses, recaló en el Gran Buenos Aires, donde muchas familias sufren la falta de un lugar digno donde vivir.

La fuerza de la entidad reside en jóvenes voluntarios que se comprometen con las familias pobres y aportan la mano de obra para levantar las casas. "La organización quiere ser una cuna de líderes, un lugar de formación para que los estudiantes, después, desde sus lugares de trabajo puedan poner en práctica lo que aprendieron de esta experiencia", cuenta Juan Pablo Asenjo, un joven sociólogo chileno que se radicó en Buenos Aires para abrir la oficina porteña.

La felicidad de Cristina Villalba no entra en los 18 metros cuadrados que estrenó el último fin de semana largo, cuando 30 jóvenes levantaron la suya y otras tres casitas. Hace 20 años que vive en la villa de Martín Coronado y los restos de su vieja casa se apilan en un rincón del patio.

"Conocerlos fue una bendición. Mi casa se movía, estaba a punto de caerse y entraba agua por todos lados cada vez que llovía", explica Cristina. Ella y sus cuatro hijos se amontonaban en lo que hoy es la cocina: un rectángulo pequeño en el que el viento se cuela por todos lados.

Además de Chile y la Argentina, esta organización de voluntariado juvenil trabaja en México, El Salvador, Guatemala, Perú, Colombia y Uruguay. En todos los países trabajan con las familias en situación de extrema pobreza para mejorar su calidad de vida a partir del trabajo conjunto para la construcción de viviendas mínimas y complementan su ayuda con programas de desarrollo.

Los jóvenes voluntarios, junto con la familia beneficiada, levantan la casa en dos días. Durante la construcción es fundamental la convivencia: se genera un espacio de encuentro y aprendizaje mutuo.

Cintia Mansilla es una de las voluntarias y asegura que la experiencia es tan motivadora que "después es imposible despegarse" del proyecto. Cintia estudia trabajo social y trabaja en la villa desde hace cinco años, en la organización Eva Luna, que brinda talleres de capacitación, recreación, sostiene un comedor y se propone entubar el agua podrida que corre entre los pasillos. "Más allá de la experiencia de la construcción, que es muy fuerte, se genera un mensaje increíble en los jóvenes", explica Cintia, de 26 años.

"Esta casa es más abrigadita; con una estufa nos arreglamos. Antes era imposible... Pasábamos mucho frío y, apenas caían dos gotas, teníamos que empezar a mover las camas de un lado al otro", relata Mónica Bonarrico. Ella vive con sus cuatro pequeños hijos, tres nenas de entre 10 y tres años y Brandon, el bebe de cinco meses.

"Lo más difícil de vivir en la extrema pobreza, es que ésta arrastra a las personas a un círculo de apatía del que es muy difícil salir. La falta de recursos destruye la autoestima, la esperanza, e incluso termina anulando la posibilidad de soñar con una vida mejor", dice la asociación en su página web.

Con la nueva casa, la organización quiere motivar a las familias a mejorar su calidad de vida, para que en el futuro puedan acceder a una vivienda definitiva.

Un compromiso de todos

A cambio de la vivienda, se les exige un monto mínimo, que representa el 10% del costo total de la casa. "La idea es que paguen unos 300 pesos, algo que para las familias es un gran esfuerzo, y así las casas son el fruto de un esfuerzo compartido entre nosotros, que conseguimos financiamiento, y ellos, que pagan y trabajan por su casa", afirma el director.

La selección de las familias beneficiadas surge de un proceso organizado que considera, como primer paso, conocer la situación de la villa: cantidad de familias, nivel de pobreza, organización interna. Luego se evalúa la realidad de cada familia: la calidad de vivienda, el ingreso mensual, la cantidad de hijos, el nivel de hacinamiento, los servicios básicos con los que cuentan.

Un Techo para mi País compra los materiales necesarios para la construcción a través del compromiso de varias empresas. Los voluntarios y las empresas que quieran sumarse a la organización pueden consultar su página web: www.untechoparamipais.org.ar , llamar al 4811-5144 o escribirle a Asenjo a su mail: jpasenjo@untechoparamipais.org

El marido de Cristina está internado a la espera de un marcapasos, pero este acontecimiento familiar pudo más. "Se vino del hospital porque quería ver la casa. No podía creerlo", dice Cristina. Esa misma emoción, mezcla de sueño realizado y proyectos a futuro, la comparten las otras familias que a principios de mayo estrenaron un techo mejor.

Cynthia Palacios Copyright S. A. LA NACION 2006. Todos los derechos reservados

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