martes, 6 de marzo de 2007

El asesinato de las mujeres de Ciudad Juárez: el rostro más sórdido de México

Se llama Mariela, tiene 45 años y una piel tersa del color del pan. Su hermana desapareció hace cuatro, cuando buscaba trabajo en un comercio local. Dejó un hijo pequeño, un marido y una familia entera sumida en la desgracia. Siente que el temor la abraza desde alguna parte y pide que no revelemos su nombre completo por miedo a represalias.

"Pienso que algún día abriré la puerta y ella estará allí, sonriendo. Pero es una ilusión. Ya nada será igual", dice. Se frota la mano por el pelo y llora, como si viera en el recuerdo la empinada pendiente de su vida. Estremece verla allí, pequeñita en su dolor, contando a un extraño sus pesares.

Su caso, como el de miles de mexicanos también estragados por la impotencia y el desamparo, configura el rostro más sórdido de México. Desde menos 1993, cerca de 400 mujeres han sido asesinadas en esta ciudad enclavada en el desierto de Chihuahua. Y al menos otras 100 desaparecieron sin dejar rastros, de acuerdo con cifras oficiales y de grupos privados de ayuda. La imprecisión de los números desnuda la índole de los crímenes: los restos de muchas víctimas fueron hallados enterrados en el desierto, descompuestos, irreconocibles. Otros casos no han sido denunciados a las autoridades.

Malu García Andrade, de la organización local "Nuestras hijas de regreso a casa", cuenta a Clarín que el goteo siniestro de muertes y desapariciones comenzó a ser registrado en 1993, cuando una niña de 2 años fue asesinada. Pero hubo un primer episodio diez años antes, cuando se hallaron los cuerpos de otras dos nenas de 4 y 6. Habían sido violadas, torturadas y descuartizadas. "Nosotros contamos además 113 desapariciones", agrega. A su vez, María Guadalupe Morfín Otero, comisionada federal para atender los crímenes contra las mujeres en Juárez, indicó a este enviado que una tercera parte de los casos se debe a violencia doméstica, otro tercio responde a episodios de "violencia social" y el resto a cuadros de ataque sexual, los que más han trascendido.

A ojos de un extranjero, sorprende que todas estas calamidades se hubiesen abatido sobre una sola comunidad. Pero hay un puñado de factores que ayudan a comprender el porqué del horror. Ciudad Juárez es una población fronteriza con EE.UU. y que produce mucha riqueza con su industria de ensamblaje de productos de exportación (las fábricas "maquiladoras"). La localidad está aislada en el desierto y acoge un numeroso contingente de emigrantes legales e ilegales al territorio estadounidense.

Unas 60.000 personas se establecen por año en esta ciudad de 1,4 millones de habitantes. Proliferan las armas y el sitio ha sido por dos décadas asiento del Cartel de Juárez, el más poderoso grupo narco mexicano. Las mujeres, muchas de las cuales trabajan en la industria, son el grupo social más vulnerable. Pero los rasgos peculiares no acaban allí. "Las actividades prohibidas en El Paso, al otro lado de la frontera, florecieron aquí y Juárez es como el lugar donde se permite lo prohibido", comenta Morfin.

Desde el aire, Juárez se ve como una mancha gris en un enorme mantel de arena. Los cinturones de miseria rodean sus costillas. En el paupérrimo barrio Anapra, sobre la alambrada que separa a México de la economía más poderosa del planeta, se hacinan los exiliados del sistema. Cuando Jesús Tula Morales, el guía de Clarín, conduce el auto a la calle Bellavista, racimos de jóvenes de 16, 17 años con gorras de béisbol se abalanzan ofreciendo su ración de crack de cocaína a pleno rayo del sol. "Se acercan a los taxis porque saben que hay clientes", explica Morales.

"Las mujeres son víctimas de este cuadro —comenta García Andrade—, en especial, las pobres del interior que buscan trabajo. Los asesinatos han sido, en general, de homicidas seriales, de narcos o de maridos golpeadores". A marzo de este año, había 177 condenas por homicidio. Y otras causas aguardan sentencia. "Pero persiste un núcleo de casos aún no resueltos, y las mamás siguen esperando saber la verdad y que se castigue", dice Morfin.

En general, son hechos de la primera época, cuando las evidencias eran manipuladas. Lo que indica que ninguna de estas aberraciones habría sido posible sin una larga cadena de complicidades para asegurar la impunidad. Un informe de la fiscalía determinó que, en una primera etapa, unos 100 funcionarios fueron negligentes. Por años, los familiares de las víctimas no fueron escuchados y eso explica el desamparo de gente como Mariela. También hay factores del otro lado de la frontera. Según Morfin, un ex jefe de Sanidad mexicano admitió a un diario haber comprado aquí 16 prostíbulos en los que se divertían los soldados de Fort Bliss. Ahora, ese recinto militar está siendo ampliado y, según se supone, recibirá a marines a su regreso de Irak. "En qué condiciones vendrán —dice la comisionada— es algo que nos debería preocupar a todos".

Claudio Mario Aliscioni
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