martes, 6 de marzo de 2007

Contra las miserias del mundo se viene la solidaridad VIP

Cómo denominarla? ¿Solidaridad VIP? ¿Filantropía top? ¿Caridad chic?

Bill Gates, el hombre más rico del mundo, dejará definitivamente la empresa que fundó —el imperio Microsoft— para dedicarse enteramente a la Fundación Bill & Melinda Gates, organización caritativa dedicada especialmente a las áreas de salud y educación, en la que volcará gran parte de su fortuna, estimada en 46.000 millones de dólares. A través de ella, ya lleva donados más de 10.000 millones de dólares en proyectos para luchar contra el sida, la malaria y la tuberculosis.

Para ayudar al bueno de Bill y su esposa en su lucha contra la pobreza y las enfermedades, un amigo de la familia, el multimillonario Warren Buffet, acaba de arrimarles un aporte de 37.400 millones de dólares (el 85% de lo que pudo ahorrar). Si se piensa que las reservas del Estado argentino, consideradas altas por los economistas, rondan los 25.000 millones de dólares y que el presupuesto anual total de las Naciones Unidas anda por los 20.000 millones de dólares, se tendrá una idea de la envergadura de las cifras mencionadas.

En una línea distinta pero con fines parecidos, una pareja algo menos millonaria —pero lo suficientemente millonaria como para tener una residencia en Malibú que cuesta unos 9 millones de dólares— decidió tener a su hija en Namibia. Angelina Jolie tuvo al fruto de su amor con Brad Pitt, llamada Shiloh Nouvel, en un pobre país devastado por el Sida y gobernado por el mismo personaje desde su independencia en 1991.

Según los lindos actores, tuvieron a su hija allí para que el mundo pusiera su mira en Namibia. Las malas lenguas dicen que fue, en realidad, para eludir —protegidos por las autoridades nada indecisas de Namibia— a los paparazzis. Lo cierto es que los felices padres hicieron las correspondientes donaciones, hablaron maravillas de esa nación, sacaron el pasaporte namibio para su hija y hasta vendieron los derechos de las primeras fotografías de la beba en la bonita suma de 9 millones de dólares que, dijeron, donarán para ayudar al país y a los aborígenes bosquimanos.

Lo que sin duda hicieron fue fabricar una millonaria en medio de la indigencia: la beba recibió, entre otros regalos, la ostentosa veleidad de un chupete de oro macizo con 279 diamantes.

Lo de Angelina Jolie respecto de la maternidad filantrópica tiene historia: ya lleva adoptados un nene camboyano y una nena etíope. Por nuestros barrios también pulula una modelo y vedette que ha expresado reiteradamente su deseo de adoptar un nene negro y africano y pobre, por cierto, como si aquí faltaran.

Todo esto despide un aroma a snobismo con un toque de crueldad. Pero quizá no sea para tanto. Pareciera que alguna gente cansada de bañarse en champán, abollar Rolls Royces y tirar manteca al techo sintiera, por ahí, el agudo y saludable pinchazo de la culpa en un mundo cada vez más injusto en el que 1.200 millones de personas viven con menos de un dólar al día y unos 2.800 millones lo hacen con menos de dos dólares diarios. Y entonces se afanaran en ayudar.

Lo notable del caso es que el remedio llega algo tarde y a un paciente terminal. ¿O líderes de indiscutido intelecto como Bill Gates no alcanzan a darse cuenta de que quizá haya políticas sociales y económicas —como la de Bush, sin ir más lejos— cuyos resultados suman pobreza e injusticia? ¿O que el mismo sistema de inequidad que les permitió acumular semejantes fortunas es productor de indigencia? ¿O que los cambios en la historia suelen pasar de la mano de la política y no de la de la misericordia?

Pero desde luego, ¡bienvenidos al mundo de la beneficencia!: no cambiarán nada el rumbo del planeta pero son mejores los magnates con preocupación por el prójimo que los parapetados en egoísmos sin fronteras ni talla.

En la película Apocalypse Now, el protagonista, un oficial norteamericano inmerso en los horrores de la guerra de Vietnam, reflexiona: "Primero los rociamos con napalm y después les acercamos una curita". Algo así, pero con un toque casi indescifrable de liviana, casi traslúcida frivolidad.

Marcelo A. Moreno
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