martes, 6 de marzo de 2007

Ideas corrientes

No te van a creer”, le dijo una abogada a Alejandra Ibarra, una mamá de 29 años y siete hijos que, en su último parto (el 29 de septiembre del 2005) fue llevada a una clínica privada, intervenida en una cesárea prematura y saqueada de su séptimo hijo. ¿Por qué le creerían a una mujer pobre, morocha, joven y mamá de seis hijos que –también– quería a su séptimo bebé?

La Justicia estaba acostumbrada a no creer, ni querer ver. La sustracción de chicos en Santiago del Estero es moneda corriente –como relató Las/12 en la nota Mercaderes del templo, del 16 de diciembre del año pasado– desde hace tiempo y ni siquiera el protagonismo de Antonio Baseotto –uno de los acusados de participar en la cadena de complicidades en la desaparición y venta de chicos de familias humildes– frenó el tráfico de un bien tan preciado (y bien pago) en el mundo de hoy: los bebés.

Pero la trama del tráfico de chicos fue creciendo. Y las denuncias también. Hasta que el caso de Alejandra Ibarra llegó a la tapa de Clarín cuando Alejandra llegó hasta la reja del country Aránzazu, de Escobar, en un cruce entre la piel arrancada de una mamá con poco más que el pulso de su piel y un matrimonio bonaerense con dos comprobantes de ingresos salariales por 5 y 20 mil pesos para demostrar sus dones de paternidad. Allí, en el country estaba –tenía que estar– su hijo –inscripto como Federico Agustín– y anotado en un trámite (irregular) de adopción, en el que ella nunca dio su consentimiento.

Por eso, la Justicia ordenó, el viernes 26 de mayo, el allanamiento del country. Aunque cuando llegó Alejandra su hijo ya no estaba. El 30 de mayo, sin embargo, el bebé fue devuelto en la sede de los tribunales de Santiago del Estero.

El caso de Alejandra es emblemático del robo de chicos, un delito que crece y funciona gracias a mitos y prejuicios que legitiman el saqueo de los vientres pobres, un saqueo plagado de frases que se dicen y reproducen para hacer oídos sordos con las adopciones ilegales.

Mito 1: Si querés hacer una adopción legalmente nunca te van a dar un chico. Los plazos son muy largos

“Que se calmen los adoptantes”, pide, tajante, la psicóloga Aurora Martínez, especialista en adopción. Y dice que se le echa la culpa a la Justicia –que debe verificar que la familia biológica no quiera criar a su hijo y que la adoptante sí pueda hacerlo– porque se llega a la adopción con mucho tiempo de espera previa. “Los padres vienen con urgencia después de esperar hasta 20 años un hijo: porque no tenían pareja o porque postergaron la maternidad/paternidad por trabajo, la compra de la casa o el auto, la profesión o porque no registraron el paso del reloj biológico o diferentes problemáticas familiares y cuando se dieron cuenta de que querían ser padres se enfrentaron a tratamientos de fertilización en los que tuvieron que pasar por muchos duelos y llegaron a la adopción con urgencia.”

“Llegan a la adopción con apuro y se encuentran con un complicado camino para transitar. Y, encima, esa urgencia es alimentada por el mito de que los jueces tardan mucho y ellos creen que el Estado tiene la obligación de darles un hijo. Pero hay una equivocación: ellos no tienen derecho a tener un hijo, los chicos son los que tienen derecho a tener una familia”, resalta Martínez.

En un informe de Periodismo Social, Gimol Pinto, responsable del área de Reforma Legal y Protección a la Infancia de Unicef Argentina sube la apuesta y dice que los tiempos no sólo no son lentos sino que, a veces, son demasiado rápidos. “Es importante resaltar que la declaración de abandono y preadoptabilidad (que deben hacer las familias de origen) muchas veces no está precedida por los recaudos que exige la Convención de los Derechos de los Niños. Y esto hace más vulnerables a las madres pobres y sus hijos biológicos, en beneficio de una supuesta agilidad en el procedimiento, que lejos de beneficiar los derechos de los niños entra en un circuito de vulneración de derechos, en el que nunca se puede definir quién sale beneficiado”, denuncia.

Mito 2: Si una madre ya tiene muchos hijos y no tiene con qué criarlos ¿para qué quiere más?

“En una sociedad como la nuestra es muy común escuchar de ciertos sectores el viejo latiguillo de que los pobres lo único que saben hacer son niños. Es obvio que la falta de educación general, y sexual en particular, contribuye a que los matrimonios humildes tengan más hijos. Pero los mismos sectores que los critican jamás plantean una solución al problema porque no les interesa. En realidad quisieran que no hubiera pobres, pero no que los pobres tengan posibilidades de dejar de serlo”, señala Cristian Hagelin, autor de la novela Cuartos vacíos (Ediciones Imago Mundi), basada en la trama del robo y tráfico de menores en la Argentina.

Las mujeres pobres tienen –también– el derecho reproductivo de tener los hijos que quieran tener y, por supuesto, de tenerlos con ellas. “Después de la operación (cesárea) la abogada me decía que ya tenía otros hijos y que no tenía para mantenerlo. ¿Pero dónde está el derecho de mi hijo a estar con su familia?”, cuestionaba Alejandra Ibarra en una entrevista de la periodista Silvina Heguy. Ella también remarcaba: “La abogada me dijo que nadie me iba a creer y que ella iba a contar que había vendido a mi bebé y que quería más plata. Que no era un delito lo que había hecho porque se lo había dado a una familia de bien. Pero yo no sé quiénes son. ¿Acaso porque tienen dinero son buenos y tienen derecho a quedarse con los hijos de los pobres?”.

Mito 3: A las pobres no les roban los hijos, ellas los regalan o los cambian por dos pesos

“Muchos inescrupulosos se les acercan a los padres pobres con el mensaje de que sus hijos estarán en buenas manos y gozarán de una vida infinitamente mejor de la que podrían brindarles ellos. Como las sumas que se manejan en estas actividades son tan cuantiosas, el negociante hará lo imposible para convencerlos y les ofrecerá una cifra (insignificante en relación a la que él percibirá) pero seguramente importante para la realidad de una familia humilde. Y, fundamentalmente, les garantizará una vida color de rosa para su bebé, que es lo que convence a los padres de que están haciendo lo mejor por el futuro de sus hijos”, describe Cristian Hagelin. Por su parte, Juan Solanas, director del film Nordeste, después de haber estudiado el tráfico de chicos desde distintas miradas, equilibra: “Hay muchos prejuicios e ideas preconcebidas alrededor del tráfico de niños y cada historia es única. Lo que puedo afirmar es que ninguna madre da su hijo por dinero y que a ningún padre le divierte ‘comprar un chico’. Por un lado tenemos pobreza, falta de educación y ausencia del rol del Estado (corrupción de las instituciones) y, por el otro, leyes no adaptadas a la realidad de los adoptantes (nacionales e internacionales). Esa mezcla explosiva es la que hace posible un fenómeno de semejante magnitud en nuestro país”.

Mito 4: Los padres adoptivos les salvan la vida a los chicos

“Estamos seguros de que a ella le vamos a dar una vida mejor de la que hubiera tenido en su país”, dice una pareja de norteamericanos en Historias de adopción (Discovery Home&Health) cuando depositan a una bebita Made in Colombia en su nueva cunita de USA. En Argentina también se vive, en muchos casos, la idea de que la adopción es un salvavidas de la marginalidad. Pero no todo lo que reluce es oro. Si bien todos los chicos tienen derecho a comer, ir a la escuela y curarse, en realidad, todas las familias tendrían que poder cumplir con esos derechos y no promover una generación de bebés exiliados de su propia exclusión.

Mito 5: Si está lleno de chicos en la calle. ¿Por qué no se consiguen chicos para adoptar?

“Si está lleno de chicos...”, le dicen a Aurora Martínez los padres que quieren adoptar un hijo y no entienden por qué no les dan la tenencia de algún chico. Pero la psicóloga diferencia: “Está lleno de chicos pobres que es otra cosa, los chicos pobres tienen familia y tienen derecho a que su familia pueda criarlos”. Aunque la marca de la injusticia es la que hace de Argentina –y de sus zonas más vulnerables como Santiago del Estero, Misiones o Corrientes– un país proveedor de un mercado cada vez más grande (por el aumento de la infertilidad) y demandante: el de personas que quieren hijos y no pueden tenerlos.

“Los chicos adoptivos provienen de la pobreza –apunta Martínez–. En Argentina hay más de cinco millones de nenas y nenes que viven en hogares pobres o indigentes. Esta enorme cantidad de víctimas inocentes debe orientar políticas y estrategias económicas, asistenciales, sanitarias y educativas para que nuestra sociedad pueda alcanzar un nivel de equidad que excluya la insatisfacción de las necesidades básicas entre los menores y para que el circuito de la adopción no sea una consecuencia de la injusticia”.

Mito 6: Si una embarazada no quiere a su hijo que lo dé en adopción, pero que no aborte

“Si pensaste en abortar, no lo hagas, cree en el milagro de la vida y da a tu hijo en adopción”, es el lema con el que el Movimiento Familiar Cristiano (MFC) lanzó la campaña Adopción versus aborto, el 6 de mayo pasado. El vocero de prensa del MFC, Pablo Cavallero, explicó: “La iniciativa surgió a raíz de la actual tendencia a legalizar el aborto en el país que busca sembrar la idea de que es perfectamente lícito facilitar la perpetración de este crimen”. La sutileza no forma parte de este movimiento. “No lo mates, dalo en adopción” es otro de los mensajes que intentan catalogar a las mujeres que deciden sobre su propio cuerpo como asesinas.

El arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, también se sumó a esta campaña como contrapartida al proyecto de modificación del Código Penal en donde se contempla la despenalización del aborto. “Creo que lo que hay que hacer es una campaña a favor de la adopción”, expresó el religioso el 19 de mayo. Aunque la adopción y el aborto son dos caminos totalmente distintos. Una cosa es decidir no continuar con un embarazo y otra, muy distinta, decidir dar un hijo ya nacido para que lo críe otra familia.

Pero, además, actualmente, altos funcionarios de la Iglesia están denunciados de ser cómplices y/o partícipes del tráfico de chicos sin que dentro de la institución hayan investigado el negocio de instigar a las mujeres a tener bebés y después sacárselos para venderlos. La Iglesia, se sabe, critica el aborto. ¿No es hora de saber por qué no enjuicia y sanciona a los que hacen de la maternidad de las mujeres pobres un negocio y no un derecho?

Luciana Peker Las/12

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