domingo, 28 de septiembre de 2008

Los amigos de las vacas ya pueden ir de compras

NUEVA YORK (The New York Times).- "Como menos carne que antes", cuenta Haddas Kantorowicz, que se presenta como una sanadora tántrica, y que días atrás pasó por Organic Avenue, un negocio vegano de ramos generales en Manhattan. "Hoy soy mucho más consciente que antes", sigue. Pero aunque aprecia las virtudes de una dieta libre de carne, no está tan dispuesta a abrazar el estilo de vida vegano, que le pediría olvidar una cartera de cuero de cocodrilo o un par de zapatos de cuero. "Y no estoy lista para usar productos derivados del cáñamo", confiesa.

Pero pronto podrían hacerla cambiar de opinión la multiplicación de las modas amigas de lo vegano y los negocios que prohíben en sus estantes los productos de origen animal. Si ella se decide a adoptar la tolerancia cero que mantienen los vegetarianos militantes, ella encarnará el tipo de consumidor al que apuntan muchos de los productores veganos.

Cadenas de alimentos como Whole Foods; boutiques como MooShoes, un espacio neoyorquino para billeteras, cinturones y carteras de imitación de cuero; negocios online como Pangea, y etiquetas con ecopensamiento como Moral Fiber, Real Fake, Novacas y Matt & Natt están animando a los consumidores, incluso a los que hasta ahora sólo siguen una dieta sin crueldad, a adoptar sus preceptos no sólo en la cocina, sino también en sus guardarropas. El vegan chic, que alguna vez fue visto como un oxímoron, es una nueva y brillante puerta para el marketing.

Los veganos, que podrían ser vistos como vegetarianos extremos, mantienen una dieta y estilo de vida en general que no daña los animales ni el ambiente, directamente o a través del proceso de géneros como cuero, lana o seda. Por motivos de conciencia o de salud, rechazan los zapatos y la ropa hechos de piel y cuero, incluso los que están hechos con pegamento y tinturas de origen animal.

"La gente está mucho más consciente de lo que se pone, por qué se lo ponen y cómo afecta el ambiente", explica Robert Burke, un consultor del negocio de la moda en Nueva York. E ignorar esas premisas "hoy no es nada sexy", dice.

Hace seis meses, Denise Mari abrió Organic Avenue, en el Lower East Side. "En un momento, ser vegano significaba enfocarse en lo que había que abandonar -cuenta-. Ahora, estamos dando un paso más allá del mundando lo-que-se-necesita-para-sobrevivir y concentrándonos, en lugar de eso, en cómo hacer con esto una forma de vida divertida que pueda atraer al resto de la gente." A Mari le gustaría que la gente dijera: "¡Guau! ¡Qué elegante es esto! Lo quiero por su estilo".

En su negocio, Mari vende remeras sin mangas y vestidos camiseros de fibra de cáñamo y de bambú, y hasta trajes de hombre hechos de seda de ahimsa, una fibra procesada sin dañar a los gusanos de seda (y cuestan 700 dólares).

Millones de verdes

Por supuesto, Mari y otros comerciantes son beneficiarios de un crecimiento en la población vegetariana. El año último había 4.800.000 vegetarianos en Estados Unidos, de los que entre la mitad y un tercio eran veganos, de acuerdo con cifras del Vegetarian Resource Group, una organización educativa sin fines de lucro. En 1997, el número bajaba a la mitad.

Pero por estos días los vendedores y los diseñadores están animando también a un cliente potencial identificado el año último por la consultora Mintel International como "vegetariano ocasional". Compran artículos veganos selectivamente, pero -según Mintel- "su poder de compra es supremo".

Esta población consciente de lo saludable y ecológico ha contribuido visiblemente al crecimiento de un mercado vegetariano que hoy mueve 1.2 mil millones. En su mayoría, se trata de tofu y de sustitutos de leche, de queso y de carnes rojas y blancas. Indica Mintel que el mercado creció un 63,5 por ciento entre 2000 y 2005.

Sólo una docena de años atrás, los que buscaban mercadería amiga de las vacas tenían que comprar zapatos en Payless (veganos en virtud de sus materiales sintéticos), o conseguir botas de goma o de lona, billeteras o mochilas que se vendían en el website de Vegan Essentials, uno entre un puñado de negocios online. Ahora, incluso unos pocas tiendas masivas están incorporando en sus líneas productos veganos con diseño. Las zapatillas Vans promocionan su modelo skater Geoff Rowley, hecho de goma y nobuk sintético. Y Rampage, una marca masiva, está publicitando su línea sin crueldad, de imitación de cuero.

En Nueva York hay una estampida de boutiques con conciencia ecológica que venden productos que pasarían el examen incluso ante el vegetariano más estricto. Kaight, un local que está hace 5 meses en el Lower East Side, ofrece vestidos hechos a mano de cashmere reciclado, jeans de denim orgánico, y vestidos hechos de Lyocell, una fibra de lana biodegradable (cuestan 275 dólares). NY Artificial, en el Meatpacking District, vende carteras hechas de a una en gamuza y cuero sintéticos (desde 275 dólares), y cintos tan anchos como corsets hechos de vegetal, una lona cubierta con savia de árbol.

"Hay un mercado para estos diseños -asegura Alex Guzman, un consumidor-. La gente quiere hacer algo para proteger los derechos ambientales tanto para animales como para humanos. Pero no quieren llevar una lona a cuestas."

En el nivel de más lujo, se sabe, ahí está la diseñadora Stella McCartney, que desde hace mucho tiempo es una activista por los derechos de los animales, y ofrece lona, lino y zapatos y carteras en imitación de cuero, los que, a pesar de costar más de 800 dólares, tienen sus seguidores.

Ruth La Ferla

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