domingo, 28 de septiembre de 2008

Alpargatas en cruz, vaca violeta, corcho sanador...

Para el asombro, un recuento de los mitos argentinos:

Si se habla de mitos, más vale recurrir a Carl Gustav Jung. En Arquetipos e inconsciente colectivo admite que los mitos son, ante todo, "manifestaciones psíquicas que reflejan la naturaleza del alma". El discípulo de Sigmund Freud confirma, además, que la lucha contra el dragón, el respeto y el miedo a la muerte, y el renacimiento por sobre las cenizas del Fénix están entre los mitos más conocidos y comunes a todas las tribus del planeta. Quizá los argentinos -desde los porteños más urbanos hasta los gauchos más gauchos-, sólo por el afán de sorprender, puedan aportar a la mitología global su propio grano de arena. Por ejemplo: rige en las rutas argentinas la presunción de que se puede acceder a platos buenos, ricos y baratos en los restaurantes donde se ven estacionados camiones sobre la banquina cercana. Pero hay más mitos.

Sea Monkeys y mas

Los que en los años 70 observaron el lento e improbable desarrollo vital de los sea monkeys (esos supuestos minimonos acuáticos que nacerían de un prometedor polvo que estaba en un sobre para después mezclarlo con agua) fueron, por ventura, también los que oyeron -en algún sarao de adolescentes- que la combinación de una aspirina con determinada bebida cola actuaría como un formidable estimulante femenino. La misma bebida ofrecía una serie de segundas intenciones de uso: bronceaba, aflojaba las tuercas apretadas, y servía para quitar el papel engomado del parabrisas de los autos en infracción.

En esa misma época aparecía una corriente revisionista en los estudiosos, y el profesor Santiago Fernández Arlaud, autor de manuales de historia argentina de cuarto y quinto año editados por Editorial Stella, animaba a sus alumnos lasallanos a dudar de la existencia del sargento Cabral y del legendario Negro Falucho. Y cuando el sonetista Gustavo García Saraví publicó un poema que aludía a la inexistencia de Cabral, debió coprotagonizar un entredicho con un representante del Ejército. Pero, segurísimo, el historiador Félix Luna confirma la existencia del heroico Cabral: "Hay documentos que demuestran su existencia".

Contra la mufa

A fines de los años 60, exagerados o precavidos, los compañeros de trabajo de un conocido conductor televisivo no se animaban a pronunciar su verdadero nombre para no atraer la mala suerte: a sus espaldas, lo llamaban Robert Mitchum. El mito fue perdiendo fuerza.

Como aquel otro que aseguraba que, para no desencadenar una pelea, había que tratar de no regalar objetos puntiagudos. De hacerlo, el resultado sería tan trágico como comer sandía acompañada de vino; a los 77 años, el ex rematador René Fossatti conserva un cuaderno de infancia en el que anotó la experiencia de haber invitado a un vagabundo con esta mezcla supuestamente explosiva. No tuvo mucho para contar, por suerte. En esos mismos apuntes recuerda cómo los padres obligaban a los chicos a dormir la siesta porque, si no, aparecería una criatura llamada la Solapa y se los llevaría.

El mundillo del espectáculo todavía conserva otro mito: para neutralizar el efecto de la mala suerte, habrá que mencionar a Pugliese, y listo. Los conductores de autos, en cambio, atan una cinta roja a unos centímetros de la patente para protegerse en la vía pública.

La vaca intoxicada

En los años 80, en tanto, se instaló la duda acerca de si se había pintado o no una vaca con los colores blanco y violeta de la etiqueta de un conocido chocolate. Una corriente de opinión sostenía que la vaca había sido pintada e intoxicada. Otra, que se trataba de un truco fotográfico, ayudado por computadoras.

Y en momentos difíciles de cualquier década, alguno que otro echará mano, con seguridad, del vinagre. Y no sólo para preparar ensaladas, sino también para limpiar las malas vibraciones en negocios, hogares, y para evitar la pediculosis. Y los corchos de botellas, con sus propiedades terapéuticas, son un complemento perfecto: llevarlos en el bolsillo aseguraría la eliminación de calambres y dolores de huesos.

La gente de campo ha contribuido a la conformación de un compendio mitológico. Abundan ejemplos en El mito, la leyenda y el hombre, de Félix Molina Téllez: la higuera sólo florece a medianoche en Navidad, con una sola flor blanca; si se cultivan hortensias en las casas, las chicas se quedan solteras; la flor de la magnolia, si se la corta, trae mala suerte para los de la casa; si el arroz se derrama en la mesa, es buena suerte, pero si se derrama la sal... tragedia (aunque, se sabe, hay que tirar un puñado hacia atrás, sobre el hombro, y el efecto queda neutralizado). Todo, parte de la religión o de la cencia gaucha que fue gestándose en madrugadas de mate y que asegura que, cuando los perros ladran de noche, un santo remedio es poner las alpargatas en forma de cruz. Y nada como clavar un cuchillo en la tierra para desviar una tormenta.

Alejandro Schang Viton

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