domingo, 28 de septiembre de 2008

Crimen, racismo y drogas: la cara oculta de Roma

ROMA.- Llueve. En el atestado trencito eléctrico que sale hacia Tor Bella Monaca, temible periferia sudeste de esta capital, conocida como "el Bronx romano", los vidrios están empañados y casi no se oye hablar italiano.

El murmullo es como una babel de dialectos e idiomas que van del cingalés al moldavo, pasando por el filipino y el marroquí. Las caras de la gente, rostros sufridos, son postales de la nueva realidad multirracial que, guste o no, existe en Italia.

Lejos de las fabulosas plaza Navona, la Fontana de Trevi o el majestuoso Coliseo, en el corazón de esta capital, pueden verse las otras caras de Roma. Desconocidas para los turistas, son fácilmente alcanzables con los transportes públicos.

Media hora de viaje y uno se encuentra con la típica desolación de las periferias de las grandes ciudades. Barriadas con monoblocks espantosos, llenos de antenas satelitales en sus balcones descascarados, descampados que hospedan a campamentos de gitanos, edificios ocupados ilegalmente por gente que sobrevive como puede y donde la policía casi no se atreve a entrar. Corre la droga, reina la prostitución, y los robos de autos están a la orden del día.

"Mi novio es policía, y no quiere que pase por Tor Bella Monaca porque es demasiado peligroso. Esto es peor que Nápoles, no hay reglas, la delincuencia es altísima, y todos los días si no se matan a golpes, se matan a tiros", cuenta a LA NACION Erika Cochi, que trabaja como vendedora en un shopping de la Estación Termini, y que todos días viaja en el trencito, que funciona hasta las nueve de la noche.

"Hay patotas de jovencitos muy prepotentes, y a nosotros ya nos rompieron el vidrio del auto tres veces debajo de casa. Mi novio me cuenta que hay zonas de Tor Bella Monaca, como por ejemplo la que se denomina R5, donde la policía no entra con autos de servicio y uniforme", agrega.

Aunque no queda en el oeste de la capital, sino en el sudeste, esta zona es conocida como el Far West de Roma.

Aquí se establecieron, en los últimos años, muchísimos inmigrantes, la mayoría rumanos, pero también chinos, africanos y moldavos.

La desocupación alcanza el 35%, la deserción escolar es también alta, y los problemas sociales son "enormes", según cuenta el padre Daniele Salera, de la iglesia Santa María Madre del Redentore de Tor Bella Monaca.

"Esta es una zona donde hay mucha pobreza y se vive mal. Acá estamos acostumbrados a la violencia. A la noche no salimos, e intentamos hacer todo a la luz del día", dice Luka Fatmir, albanés de Lazhe, un pueblito que queda al sur de Tirana.

En busca de un futuro más próspero, este albanés de 29 años vino hace nueve años a Italia, donde reside legalmente junto a su mujer y a un bebe de 7 meses. "Vine porque en Albania no hay trabajo, pero la verdad es que los alquileres acá son tan caros que no llego a fin de mes", cuenta este inmigrante, que trabaja como albañil, y que confiesa que no ve la hora de poder regresar a su país.

Falta de integración

Los problemas de integración entre italianos e inmigrantes, sin embargo, son evidentes. En las paredes hay decenas de grafitos racistas, como uno que dice "¡Fuera de Italia!".

"Se llenó mucho de extracomunitarios. Son demasiados. Antes no era así. Usted habrá visto que está lleno de phone centers . Y los extranjeros le dieron una mano a la delincuencia, que básicamente es nuestra", reconoce Mauro Delia desde el mostrador de una zapatería. "Hace tres días dispararon acá en la esquina y eran italianos. ¿Por qué? No sé, pero seguramente por un ajuste de cuentas o una vendetta", agrega.

Como la mayoría de la gente que vive en esta parte de Roma -donde tampoco hay taxi que se atreva a entrar-, Mauro odia que llamen a su barrio el Far West de Roma.

"Me da mucha bronca. Yo nací aquí y nunca tuve problemas porque soy de la zona, amigo de los buenos y de los malos, y tampoco nunca me iría de aquí. Pero la verdad es que éste no es el único lugar de Roma donde pasan cosas. Todo el mundo habla de Tor Bella Monaca, pero la verdad es que la desocupación es un problema italiano, no de esta zona", lamenta.

Mohammed, un marroquí que vive desde hace 20 años en Italia y maneja un locutorio donde también se pueden hacer transferencias de dinero a cualquier país del mundo, piensa algo parecido. "Salgo de noche, y nunca me pasó nada. Quien busca problemas también los encuentra en el centro de Roma", afirma y cuenta que todos los viernes va a rezar a un garaje que funciona como mezquita.

Cae la noche en la estación de Grotte Celoni, y ya van tres trencitos que no paran, nadie sabe por qué. Es un mal italiano. Un inmigrante rumano que hace una hora espera el tren le pide a un guarda explicaciones porque va a llegar tarde a su trabajo. Un anciano lo increpa: "Si no te gusta como funcionan las cosas en Italia, regresa a tu país". En el andén hay tensión, se oyen insultos, frases racistas y se ven rostros duros, sufridos.

Elisabetta Piqué

Copyright S. A. LA NACION 2007. Todos los derechos reservados.

No hay comentarios: